BKIRKI, 25 noviembre 2003 (ZENIT.org).- Dificultades económicas, legales y la marginación están llevando cada vez a más jóvenes libaneses –especialmente católicos– a emigrar al extranjero, según pudo constar la asamblea de los patriarcas y de los obispos católicos libaneses concluida el pasado 16 de noviembre.
Reunidos en Bkirki –sede del Patriarcado maronita–, el patriarca maronita Nasrallah Butros Sfeir, el patriarca armeno Nerses Bedros XIX, el patriarca melchita Gregorios III Laham –representado por su vicario, monseñor Salim Ghazal–, y varios obispos de las diferentes diócesis dedicaron esta 37ª sesión anual al tema de la emigración y de la diáspora.
El documento final del encuentro refleja la opción de los jóvenes libaneses a emigrar al extranjero, una decisión que en los últimos años ha alcanzado niveles alarmantes, especialmente entre los jóvenes católicos. Tal fenómeno –declaran los prelados— podría «vaciar el país de su propia juventud».
Prescindiendo de la confesión religiosa, el pueblo libanés siempre ha sido un pueblo de viajeros y emigrantes, observa «AsiaNews.it». Sin embargo, la novedad de esta emigración del tercer milenio es que los jóvenes abandonan el país con intención de no volver.
Al identificar las causas y proponer soluciones para frenar esta «hemorragia de recursos humanos», la asamblea a de los patriarcas y de los obispos católicos hacen un llamamiento a una aplicación «adecuada y fiel» de los acuerdos de Taif de 1990, que sancionaron el final de la guerra civil que ensangrentó el Líbano desde 1975.
Los prelados aluden a la «soberanía no paritaria» en referencia a la presencia militar siria en el país, que determina actualmente desequilibrios: «una parte de la población domina a la otra» y «quienes están cerca de los polos de influencia monopolizan todas las funciones del Estado».
Ya en el 2002 la voz de la Iglesia se hizo oír más de una vez contra la marginación de la vida política de los cristianos. De hecho, en su mensaje cuaresmal, el patriarca maronita Nasrallah Sfeir se declaró convencido de que este sentimiento estaba en el origen de la emigración del Líbano de muchos cristianos que tenían la impresión de «no tener ningún papel en el país».
Los prelados reunidos en Bkirki identificaron además como uno de los mayores obstáculos a un eventual regreso de los jóvenes al Líbano las normas relativas al reclutamiento.
Al respecto, el patriarca Sfeir pide que los jóvenes que hayan nacido o residido en el extranjero durante más de cinco años sean excluidos del servicio militar.
La ley actual, observa el patriarca Sfeir, disuade a muchos padres libaneses en la diáspora de inscribir a sus propios hijos en los registros consulares de los países de residencia.
En el plano económico, la Asamblea declaró que más del 70% de los libaneses que emigran lo hacen por motivos exclusivamente económicos.
De aquí la necesidad de crear nuevas oportunidades de trabajo en el país, protegiendo la mano de obra local y los productores nacionales de la competencia extranjera. En este sentido, los prelados piden al gobierno que se elabore «un plan de desarrollo general y equitativo».
En el documento conclusivo se alude igualmente a la normativa relativa a la ciudadanía libanesa y se solicita que se facilite la concesión de ésta a quien tenga orígenes o padres libaneses, aunque haya nacido y crecido en el extranjero.
Finalmente, dirigiéndose a los fieles, los patriarcas católicos les exhortan a «permanecer unidos a su patria». Para las autoridades eclesiásticas, Líbano es además un terreno de convivencia entre las distintas regiones monoteístas, un puente entre las dos civilizaciones del Mediterráneo y la sede de un posible diálogo entre Islam y Cristianismo.