CIUDAD DE GUATEMALA, 27 noviembre 2003 (ZENIT.org).- Evangelizar desde la pobreza, la pequeñez y el martirio, teniendo en cuenta el desafío que plantean sectas e ideologías: es la llamada que ha recorrido el miércoles el II Congreso Americano Misionero (CAM2) que se celebra en Ciudad de Guatemala.
Cuatro años de preparación se han destinado a esta gran cita que reúne a más de tres mil delegados de todos los países americanos y de otros continentes hasta el próximo domingo.
A ellos el prefecto de la Congregación vaticana para la Evangelización de los Pueblos, el cardenal Crescenzio Sepe, les exhortó a asumir el reto de la misión «ad gentes».
«América, «el “continente de la esperanza”, representa para el Santo Padre la comunidad católica que, en el presente y en el futuro de la vida de la Iglesia, tiene y tendrá una función de enorme relieve, decisiva, universal», afirmó el purpurado –enviado papal al CAM2– en su discurso de apertura del miércoles.
De ahí que el Papa haya «llamado a la Iglesia en América a renovar su identidad cristiana mediante el programa de una “nueva evangelización”, invitándola al mismo tiempo, a comunicar la riqueza de la propia fe mas allá de sus fronteras».
Dado que América, sobre todo América Latina, «es un continente mayoritariamente católico» y que «la misión ad gentes incumbe a todo cristiano en virtud de su bautismo», «esta vocación fundamental tiene que interpelar mayormente a las Iglesias particulares en América», añadió el cardenal Sepe, interrumpido en muchas ocasiones por los aplausos de los presentes.
De todas formas, advirtió también de las dificultades que, de alguna forma, frenan el impulso evangelizador y que afectan a la realidad social y eclesial del continente, especialmente de América Latina, como por ejemplo, «la necesidad de una mayor comunión entre el sur y el norte del continente».
En este contexto también se aludió a la «proliferación de numerosas sectas», circunstancia que exige una renovada presencia y un nuevo impulso de una Iglesia cada vez «más comunitaria y participativa».
Igualmente alertó sobre «la manipulación por parte de ciertas “ideologías” del mundo indígena, mediante una visión arcaica, utópica, de las etnias amerindias», citando casos en los que «se pretende “restaurar” las antiguas religiones, oponiéndolas polémicamente a la Iglesia católica, cuya fe es profesada por la mayoría de dichos pueblos con una fe profunda, sencilla y sincera».
Por su parte, el cardenal Oscar Andres Rodríguez Maradiaga, arzobispo de Tegucigalpa (Honduras), exhortó a que «cada uno, desde su pequeñez, haga crecer el Reino de Dios» creciendo «en virtudes y valores humanos, sociales, personales, cristianos, morales y éticos para un mundo mejor y más santo».
«Pobreza, despojo y desprendimiento son condiciones indispensables para la misión», recordó el prelado, y lanzó un reto: «en nuestro continente tenemos el 50% de los católicos del mundo, pero no tenemos todavía el 50% de los misioneros del mundo».
Igualmente, el purpurado observó que, como demuestra el Evangelio, «la misión y el martirio son dos elementos inseparables».
El continente americano, dijo, «sigue estando bañado por la sangre de los mártires: laicos, sacerdotes, religiosas y religiosos, obispos y un cardenal».
«Esta rica experiencia martirial –afirmó– nos dará la fuerza y convicción para mantenernos firmes frente al sufrimiento y ante las dificultades».
Al presidir en la tarde del miércoles la Eucaristía de apertura del CAM2 en la catedral metropolitana de Ciudad de Guatemala, el cardenal Sepe recordó que la santidad es condición insustituible para realizar la misión salvífica de la Iglesia.
De ahí que sea necesario suscitar «un nuevo anhelo de santidad» en «cada una de nuesras Iglesias particulares, parroquias y comunidades cristianas» formulando «»orientaciones pastorales adecuadas» que sepan reconocer, acoger y potenciar, sin excluir, todo cuanto el Espíritu Santo, verdadero protagonista de la misión, está ya realizando en la obra de formación y santificación de los fieles», recalcó el enviado papal.