«Lo más doloroso es que ahora se enfrentan indígenas contra indígenas, zapatistas y no zapatistas, pobres contra pobres», reconoce en su mensaje de Año Nuevo, difundido por la diócesis.
Diez años después del alzamiento de EZLN («Ejército Zapatista de Liberación Nacional»), «es preocupante que no haya perspectivas de un nuevo diálogo con el gobierno a causa de la desconfianza y del desánimo».
La división entre las comunidades autóctonas, explica el prelado, se debe principalmente al hecho de que algunas aceptan el apoyo del gobierno, mientras que otras continúan rechazándolo invocando la autonomía.
A esto se añaden diferencias de corte político y religioso, además de los conflictos relacionados con la cuestión agraria.
«A causa de estas diferencias no se puede, por ejemplo, construir ni asfaltar una calle, cosas fundamentales para tener condiciones de vida más dignas», subraya monseñor Arizmendi.
De hecho, a pesar de algunos progresos, aún son muchas las comunidades marginadas que carecen de acceso a servicios básicos como agua, luz y escuelas.
«Muchos niños y mujeres mueren de enfermedades curables por la falta de asistencia médica», denuncia el prelado recordando que «la pobreza y la marginación no son ni humanas ni cristianas».
Monseñor Arizmendi aclara: «no aprobamos el recurso a las armas. Esta ha sido nuestra postura y seguirá siéndolo».