CIUDAD DEL VATICANO, jueves, 8 enero 2004 (ZENIT.org).- El cardenal Angelo Sodano, secretario de Estado vaticano, destacó en la tarde de este jueves la labor de acercamiento y concordia que desarrolló el nuncio apostólico de Burundi en el convulsionado país africano –donde fue asesinado hace diez días– al presidir el funeral por el arzobispo en la Basílica de San Pedro.
En presencia también de los familiares del arzobispo «bárbaramente asesinado en una trágica emboscada el pasado 29 de diciembre», el purpurado se hizo eco del mensaje que difundieron los siete obispos de Burundi tras el suceso: «Día y noche, sin descanso, monseñor Michael Courtney ayudó a los burundeses a restablecer entre sí el acuerdo y la concordia a través del diálogo».
Los hechos se produjeron en Minago, localidad a 50 kilómetros de la capital, Bujumbura, donde el prelado de origen irlandés se había desplazado para cumplir con sus obligaciones pastorales. El automóvil en el que viajaba fue atacado con armas de fuego situadas en una colina cerca de la carretera.
Gravemente herido, monseñor Courney –que en breve plazo debería haber dejado Burundi, pues el Papa le había nombrado nuncio en Cuba — falleció poco después en un hospital cercano adonde había sido trasladado urgentemente.
En el año 2000, Juan Pablo II le había nombrado nuncio apostólico en Burundi, elevándole a la sede arzobispal de Eanach Dúin. Por primera vez, el nombre de un representante pontificio se tuvo que añadir a la lista de los que han dado su vida por el Evangelio.
«Él no ahorró ningún esfuerzo para reconciliar a todos los burundeses, sin excluir a nadie –prosiguió el cardenal Sodano citando a los prelados del país africano–. De esta forma quiso mostrar que no hay otra vía para salvar nuestro país que la del diálogo, la concertación y el rechazo definitivo del homicidio y de los asesinatos como medio político».
Para el purpurado, monseñor Courtney «nos ha enseñado el arte del vivir cristiano», que consiste en «considerar la vida como una misión que hay que cumplir, un camino por recorrer sobre el trazado que la Providencia ha diseñado para nosotros».
Deteniéndose en la «visión cristiana de la vida», el cardenal Sodano subrayó que «el no creyente aparta la idea de la muerte de su vivir diario», mientras que «el cristiano se prepara sereno al encuentro con el Señor», haciendo de la preparación a la muerte el arte de vivir.
«Nuestro querido nuncio nos enseñó este arte del vivir cristiano –reconoció–. Hijo de la noble tierra irlandesa, él llevó por los caminos del mundo el testimonio de su fe recia. Tras las huellas de Cristo, se sacrificó por el pueblo de Burundi, donde el Papa le había enviado como apóstol de paz».