ROMA, jueves, 22 enero 2004 (ZENIT.org).- El sacerdote «sirve al mundo no cuando descuida su propia identidad y se dispersa en actividades sociales y económicas», sino cuando «predica el Evangelio social desde el altar», recordó el cardenal Renato Martino al presidir este miércoles la Eucaristía en el Colegio Capranica con ocasión de la festividad de su patrona, santa Inés.
El seminario, una casa de formación para futuros sacerdotes que recibe también a jóvenes presbíteros que prosiguen estudios de especialización, fue fundada por el cardenal Domenico Capranica en 1457, cien años antes de que el Concilio de Trento instituyera los seminarios para la formación de los jóvenes que se preparan al sacerdocio.
Del Colegio Capranica han salido varios pontífices, entre ellos Eugenio Pacelli –Pío XII–. Acoge actualmente a 50 alumnos y depende directamente de la Congregación para la Educación Católica. Su rector –actualmente monseñor Alfredo Abbondi– es nombrado directamente por el Santo Padre.
Durante la celebración eucarística en la capilla de la institución, el presidente del Consejo Pontificio para la Justicia y la Paz recordó a los alumnos que el sacerdote «sirve al mundo no cuando descuida la propia naturaleza y se dispersa en actividades sociales».
«Lo sirve predicando el Evangelio social desde el altar –subrayó el cardenal Martino–; anunciando en la predicación la liberación de Cristo y denunciando las negaciones de los derechos humanos y el desprecio de la dignidad de la persona; mostrando la rompedora fuerza de amor y de justicia que emana el Evangelio».
Y es que, como advirtió el purpurado –también alumno del Colegio en los años cincuenta–, interesarse en la promoción humana, anunciar las reglas de una nueva convivencia en la paz y en la justicia y trabajar junto a todos los hombres de buena voluntad para instaurar relaciones e instituciones más humanas forma parte de la predicación del Evangelio.
«En esta rendición a Dios y al hombre –añadió– está el elemento esencial de la llamada al sacerdocio y el martirio de nuestro ser sacerdotes en el mundo de hoy, que en muchas manifestaciones no es menos hostil que aquel en el que vivió la mártir Santa Inés, pero que nosotros seguiremos consolando con la palabra de esperanza del Evangelio y sirviendo con el amor de Dios para reintegrarlo en el bien y en la vida».