CIUDAD DEL VATICANO, domingo, 1 febrero 2004 (ZENIT.org).- Juan Pablo II ha alentado la movilización de todas las comunidades católicas para defender la vida humana, en especial la de los no nacidos, «no contra la madres, sino junto a las madres».
Superando el antagonismo promovido en algunos ambientes durante años –los derechos de la madre o los del hijo–, el Santo Padre lanzó este domingo un apremiante llamamiento: «¡no tenemos que resignarnos ante los ataques a la vida humana, de los cuales el primero es el aborto!»
«Hay que multiplicar los esfuerzos para que el derecho a la vida de los niños que todavía no han nacido se afirme no contra las madres, sino junto a las madres», añadió.
El Papa lanzó su propuesta antes de rezar la oración mariana del «Angelus» junto a varios miles de peregrinos congregados en la plaza de San Pedro del Vaticano en el día en el que la Iglesia católica en Italia celebraba la Jornada para la Vida con el lema «Sin hijos no hay futuro».
El obispo de Roma reconoció que, en estos momentos, «el contexto cultural y social muchas veces no es favorable a la familia y a la misión de los padres».
«Además –constató–, muchos cónyuges quisieran tener más hijos, pero se ven casi obligados a renunciar a ellos por dificultades económicas. Las ayudas de las instituciones públicas, si bien son apreciables, resultan con frecuencia insuficientes. Se experimenta la necesidad de una política más orgánica a favor de la familia».
«El núcleo familiar que surge de matrimonio es la célula fundamental de la sociedad –añadió–. En su seno, como en un nido tranquilizador, siempre debe promoverse, defenderse y protegerse la vida, y la Jornada para la Vida recuerda a todos este deber fundamental».
En esta movilización a favor de la vida humana, el pontífice manifestó públicamente «su aprecio por el valiente apoyo que el Movimiento para la Vida Italiano ofrece a esta causa», y exhortó «a toda comunidad eclesial a apoyar sus iniciativas y servicios».
El Papa pidió, por último, oraciones por las familias «para que confiando en la ayuda divina, se comprometan a realizar con alegría y entrega su estupenda misión para dar a la humanidad un futuro lleno de esperanza».
Tras rezar el «Angelus», Juan Pablo II dirigió un saludo a unos mil jóvenes inmigrantes procedentes de Caserta (sur de Italia) y alentó la labor de quienes trabajan para resolver la situación de estas personas, «que padecen tantos sufrimientos y problemas».