Mozambique: Religiosas amenazadas por destapar una red de tráfico de órganos

MADRID, domingo, 1 febrero 2004 (ZENIT.orgVeritas).- El tráfico de órganos de niños y jóvenes podría ser el detonante de las amenazas de muerte que han recibido las Siervas de María en Nampula (Mozambique), entre las que hay cuatro religiosas españolas y una brasileña, que llevan treinta años de misión en este lugar.

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Según un informe redactado por las religiosas, al que ha tenido acceso Veritas, corroborado por el testimonio del misionero DJ, que ha preferido mantener el anonimato, las monjas han escapado hasta hoy al menos a cuatro emboscadas por haber denunciado a las autoridades locales “secuestros y asesinatos de múltiples personas, muchas veces niños, víctimas de una red de tráfico de órganos”.

La céntrica situación del convento, entre la finca adonde llevan a las víctimas y el aeropuerto adonde presuntamente llevan de noche las cajas con los órganos para sacarlos del país, habría permitido a las monjas reunir información sobre estos crímenes, tras los que, según las denuncias, estaría entre otros un matrimonio “blanco”, propietarios de dicha finca.

Desde octubre de 2002, decenas de niños y jóvenes, especialmente «niños de la calle», han desaparecido misteriosamente. Según el informe, las víctimas son llevadas a esta finca, donde se les extirparían los órganos. Las monjas tienen testimonios de personas que lograron escapar de allí. Uno de ellas, un menor, consiguió huir y se refugió en el convento de las monjas, que tienen un orfanato; allí relató lo que había visto y lo que le habían dicho que le iban a hacer, así como a otros niños encerrados en la casa.

Entre otros casos, el informe relata el de una joven, que en una ocasión que hacía auto stop, fue recogida por un hombre que se ofreció a llevarla. «El conductor comenzó a preguntarle si padecía alguna enfermedad y si había tenido alguna vez tuberculosis. Cuando se aseguró de que gozaba de buena salud, el conductor tomó otro camino, en dirección a la finca. Cuando el coche tuvo que reducir la velocidad por los baches, la joven aprovechó para escapar del coche y huir».

Según el mismo informe, una consagrada laica, la hermana Elilda, originaria de Brasil, investigó por los barrios de Nampula y descubrió pruebas concluyentes. «Llegó a descubrir un lugar en la ciudad en el que había un cadáver al que habían extirpado los ojos, el corazón y los riñones, junto a material quirúrgico».

La religiosa lo grabó todo con vídeo y tiene fotos, también de otras sepulturas
clandestinas.

A pesar de las reiteradas denuncias a las autoridades locales, no se ha abierto ningún proceso, «En Mozambique, hay una gran corrupción tras tantos años de guerra: la policía, el aeropuerto, el gobierno local, todos están implicados», y se habrían puesto todos de acuerdo de que el problema es que las hermanas españolas y la Iglesia Católica quieren arrancar las tierras del «blanco», afirma el informe.

Según los datos, «la autoridad local estaría toda comprometida por medio de sobornos, y a pesar de haber conocimiento de muchos de estos hechos, todavía no hay nadie detenido». La hermana Elilda, pues, tuvo que marchar a Maputo, a 2.000 kilómetros de distancia, para denunciar la situación. «Allí nadie le hizo caso, tan sólo la ONG “Liga por los Derechos Humanos”, que a su vez se apoyó en el procurador general de la República, Madeira, quien ha tomado cartas en el asunto. Pero sólo la presión internacional podrá significar un empuje hacia la luz», advierte DJ.

«Las hermanas han descubierto que el ciudadano sudafricano blanco dueño de la finca, que responde a las siglas G.C. (uno de los responsables de la red de tráfico de órganos en Nampula), había contratado unas personas para matar a la hermana Elilda. Estas personas intentaron de varios modos acabar con su vida, pero fracasaron. G. les dio un dinero adelantado, con la intención de pagarles más una vez ejecutados sus planes. Sin embargo, estas personas, después de varios intentos fallidos, se gastaron todo el dinero que G. les había dado. G. los llamó para pedirles cuentas. Estas personas tuvieron miedo de que pudiese acabar con sus vidas. Así que decidieron hablar con la policía y decir la verdad», según el informe.

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ZENIT Staff

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