Cardenal Danneels: Sin una ética común, no hay razón para la unidad de Europa

Explica la contribución específica del cristianismo al continente en la actualidad

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MILÁN, martes, 3 febrero 2004 (ZENIT.org).- Poniendo en guardia frente al riesgo de olvidar el pasado del viejo continente –con valores «insustituibles»–, en el que se incluye el cristianismo, el cardenal Godfried Danneels ha advertido de la importancia de que Europa saque de sus raíces «una visión moral común», puesto que carece de factores geográficos, idiomáticos o culturales que la unan.

Y es que «es inhospitable la tierra del olvido», reconoció el purpurado –arzobispo de Malinas-Bruselas y presidente de la Conferencia Episcopal de Bélgica– ante los delegados de Cáritas lombarda reunidos el viernes pasado en Milán para reflexionar sobre «Europa entre diversidad y cohesión».

El cardenal Danneels tomó parte en las dos asamblea especiales del Sínodo de los obispos dedicadas a Europa, respectivamente en 1991 y 1999.

Entre las dificultades que afronta hoy Europa, «el gran riesgo es olvidar nuestro pasado –declaró el purpurado a Avvenire el pasado sábado–. Porque la memoria europea contiene valores que son insustituibles», por ejemplo, «la unicidad de la persona humana, la solidaridad, al amor a los pobres».

«Pero no se puede olvidar tampoco la contribución específica del cristianismo –advirtió–. Y para nosotros, reafirmarlo no puede ser simplemente volver a proponer un paquete de ideas o un código de normas: se trata de anunciar al Cristo vivo, una persona que se puede amar, imitar, adorar».

Consiste en «proponer a Europa una moral que supera el criterio de la simple justicia, el nivel del “do ut des”, para poner en circulación una cierta sobreabundancia de la generosidad –explicó–. Es vivir un servicio al prójimo que va más allá de la filantropía, porque hunde sus raíces en las palabras de Jesús: “A mí me lo hicisteis”».

«Es esta especificidad la contribución que, como cristianos, podemos ofrecer a la construcción de un ethos común del Continente», siendo éste un «verdadero desafío» porque, puesto que «la unidad de Europa no puede apoyarse en factores geográficos» ni en una lengua o cultura homogénea, «el único fundamento posible es el consenso, la voluntad de estar juntos», admitió el purpurado.

«Por esto es decisivo tener un ethos, una visión moral común, un cierto sentido del hombre y de la humanidad que nos reúne». «Si no volvemos a encontrar ese fundamento ético común al que ya se refería Guardini cuando hablaba del hombre europeo –alertó el prelado–, no tenemos ninguna razón objetiva para estar juntos».

En este contexto, «el Este puede dar mucho a Europa», reconoció haciendo referencia a la próxima entrada de diez nuevos países en la Unión Europea, procedentes sobre todo de esa zona.

«Pienso en nuestras regiones profundamente secularizadas, donde no creer ya se considera normal; de países como Polonia puede llegar un viento de frescura, de nuevo vigor de la fe», subrayó.

En general, «toda la cultura del Este y del Centro de Europa le ha faltado mucho a occidente. La expresión del Papa de que el Continente debe respirar con sus dos pulmones, por ejemplo, vale también para la política», aclara el purpurado.

La cuestión del Islam está también entre los desafíos que afronta Europa. Y es que, «para ser europeo, el Islam debe saber distinguir entre Estado y religión», puntualizó el cardenal Danneels.

«En la Europa de hoy, es imposible un Islam que no opere esta distinción. Se trata de integrar los valores europeos incluso en la propia cultura religiosa», concluyó.

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ZENIT Staff

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