La Iglesia en Sudán confirma su compromiso en el proceso de paz

Preparar el retorno de los refugiados, una prioridad

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EL OBEID, jueves, 5 febrero 2004 (ZENIT.org).- En una carta pastoral recientemente firmada en Nairobi, los obispos de Sudán han manifestado su compromiso por curar las heridas de la sociedad sudanesa –martirizada por dos décadas de guerra– favoreciendo la reconciliación y el respeto recíproco.

Los prelados se comprometen también a velar por «la renovación del sistema legal para la salvaguarda del respeto de la dignidad humana y de los derechos de todos los sudaneses».

Además de exhortar a todos los sudaneses a empeñarse en el proceso de paz, que parece finalmente consolidarse en el país africano, los prelados hacen hincapié en la difícil condición de los refugiados a causa del conflicto, que merecen volver a su lugar de origen.

Aproximadamente dos millones de muertos y cientos de miles de desplazados es el balance de veinte años de guerra civil entre el régimen islámico del norte y la rebelión del sur, de población mayoritariamente animista y cristiana.

El gobierno sudanés y el «Ejército de Liberación Popular de Sudán» (SPLA) se enzarzaron en el conflicto armado en 1983, fecha en que el ex presidente Gaafar Nimeiry instauró la «sharia» (ley islámica). En 1989 se impulsó el proceso de islamización forzada entre las poblaciones del sur.

El pasado 7 de enero, el gobierno de Jartum y el SPLA firmaron en Naivasha (Kenia) un histórico acuerdo –que debería favorecer la estabilidad– sobre la repartición de los recursos petrolíferos procedentes de los yacimientos situados en el sur del país; el pacto establece que en el período de transición de seis años ya acordado el petróleo se dividirá equitativamente por mitades.

Este es un momento que la población de Sudán «está viviendo con gran esperanza», declaró el martes pasado el administrador apostólico de la diócesis del norte sudanés de El Obeid, monseñor Antonio Menegazzo, a «Radio Vaticana»: «la paz es irreversible; pienso que nadie, ni el gobierno ni los movimientos de liberación, querrá volver atrás y recomenzar la guerra».

En su opinión, tras la firma del acuerdo sobre la división del petróleo, el país «debe empeñarse con todas las fuerzas y con todos los medios para que la riqueza sea utilizada honestamente, sin rapiña, para la base social: la educación, la sanidad, los medios de transporte, etcétera» .

De todas formas, advierte que la persistencia de muchas divisiones hace que la ayuda internacional sea necesaria durante este período de transición de seis años, desde el momento de la firma de la paz hasta el referéndum en el sur, que debería optar por la separación completa o por seguir viviendo con el gobierno del norte.

En esta nueva fase histórica, la Iglesia tiene ante sí la misión de preparar espiritual y pastoralmente a los fieles para el regreso: «se trata de los prófugos, que desearían volver a sus ciudades del sur», explicó monseñor Menegazzo.

Éstos «en el norte han estado en contacto con el mundo musulmán –observó–; muchos valores tradicionales y tribales tal vez se han perdido, y al volver a su lugar de origen sin duda hallarán dificultades para adaptarse de nuevo a la vida que llevaban antes del comienzo de la guerra».

Por su parte, «los del sur deben saber recibir a la gente del norte, procurar ayudarles a volver a sus casas», añadió monseñor Menegazzo.

«Casi todas las familias han sufrido muchísimo y muchos han perdido a alguien en la guerra. Existe en el corazón un fuerte hastío. El esfuerzo de la Iglesia es hacer entender a los cristianos el deber de la reconciliación y del perdón», concluyó.

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ZENIT Staff

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