CIUDAD DEL VATICANO, lunes, 9 febrero 2004 (ZENIT.org).- La ruido provocado por la ley de prohibición de signos religiosos en las escuelas públicas y el silencio sobre la nueva ley de bioética son las «dos preocupaciones» de la actualidad francesa para el cardenal Philippe Barbarin, arzobispo de Lyón.
El primado de Galia, uno de los cardenales más jóvenes de la Iglesia católica –53 años–, las expuso a Juan Pablo II al encontrarse con él este sábado, en la conclusión de la visita «ad limina apostoloum» de los obispos de las regiones eclesiásticas de Lyón y Clermont.
«Desde hace algunos meses, la sociedad francesa se agita mucho en torno a cuestiones que afectan a la laicidad, en particular, a los signos exteriores de pertenencia religiosa. Su Santidad lo ha recordado recientemente en su saludo al Cuerpo Diplomático», recordó el cardenal.
«Los obispos de Francia han expresado su opinión, que no es favorable a la instauración de una ley que prohíba los signos religiosos ostensibles en las escuelas públicas y en los hospitales», aclaró.
Si bien, constató, «el conjunto de la comunidad cristiana manifiesta en este tema opiniones diferentes, incluso opuestas, que no faltan de fundamento ni de rigor de análisis», está claro que «una ley no será nunca la respuesta milagrosa a todas las dificultades».
«En un debate al que le falta serenidad .–reconoció–, es importante que se perciba hasta qué punto los cristianos están comprometidos en este campo y que desean vivir con buen entendimiento y en paz con los creyentes de las demás religiones, numerosos en nuestro país».
«Está en juego la integración de todos los componentes sociales en el seno de la nación», advirtió el cardenal, que nació en Rabat (Marruecos) y que ha sido misionero en Madagascar.
«Por el contrario –añadía el cardenal–, he quedado consternado por el silencio que rodea el voto de la nueva ley de bioética. ¿Es un signo de indiferencia?», se preguntó ante el Papa.
«¿Cómo es posible que diputados católicos puedan votar por una ley a la que le falta claridad en el rechazo de la clonación y que deja entender que el embrión humano no es más que material de laboratorio, al autorizar su uso con fines terapéuticos?», siguió preguntándose.
«Tenemos estima y confianza suficiente en la investigación médica como para pensar que sabrá encontrar los medios de respuesta a la esperanza de enfermos y de sus familias», confesó.
«El embrión humano no es una cosa», afirmó. «La situación es aún más escandalosa por el hecho de que la ley francesa declara «garantizar el respeto de todo ser humano, desde el comienzo de la vida». ¿Qué quieren decir estas palabras?».
En su encuentro con el Papa, el cardenal francés también expuso sus dos grandes «sufrimientos»: el abandono del ejercicio del ministerio por parte de algunos sacerdotes jóvenes en algunas diócesis francesas y los casos de abusos de menores atribuidos a sacerdotes, «gracias a Dios muy poco numerosos».