CIUDAD DEL VATICANO, martes, 10 febrero 2004 (ZENIT.org).- Este miércoles la Ciudad del Vaticano cumplirá 75 años como entidad soberana, recuerda en una nota informativa el Vatican Information Service.
En esa fecha, en 1929, la Santa Sede y el Reino de Italia firmaron los «Pactos Lateranenses». En la Sala del Papa del Palacio Lateranense, Benito Mussolini en representación de Italia y el cardenal Pietro Gasbarri, secretario de Estado del Papa Pío XI firmaron el documento que sellaba un triple acuerdo: un tratado político, un acuerdo financiero y un concordato.
Terminaba así la «cuestión romana», la relación entre los pontífices romanos y el estado italiano. Durante muchos siglos el Papa había gozado del poder temporal así como del espiritual y ejercido su autoridad sobre los estados bajo su jurisdicción. Cuando éstos se anexionaron al reino de Italia en 1870, los Papas solicitaron una compensación a la que se llegó en 1929 con la firma de los Pactos Lateranenses.
Los Pactos establecían el Estado soberano de la Ciudad del Vaticano, declaraban que el catolicismo era la religión oficial de Italia y regulaban las relaciones entre la Iglesia y el Estado. En 2004 se celebra también el XX aniversario de la revisión del Concordato (1984) cuando se declaró que el catolicismo no sería ya la religión oficial del Estado.
El tratado de 1929 fijó también el carácter internacional de la Santa Sede que está reconocida en la legislación internacional y mantiene relaciones diplomáticas con otras naciones. A este respecto el Estado de la Ciudad del Vaticano se instituyó como «una realidad jurídico-política a la que es necesario identificar y garantizar la absoluta y visible independencia de la Sede Apostólica en el ejercicio de su elevada misión espiritual en el mundo» . En 1954 la Ciudad del Vaticano entró a formar parte de la Lista del Patrimonio Mundial».
El Estado de la Ciudad del Vaticano tiene un territorio de 44 hectáreas y está situado en el «mons vaticanus», la «octava colina» de Roma. Su frontera son las Murallas Leoninas y el círculo de mármol en el suelo en el que confluyen los dos brazos de la columnata de Bernini en la Plaza de San Pedro. Los peregrinos y turistas tienen acceso la basílica de San Pedro, los Museos Vaticanos, las excavaciones (la necrópolis anterior a Constantino bajo las grutas vaticanas) y los jardines de la Ciudad, que se pueden visitar previa reserva.
El Estado de la Ciudad del Vaticano abarca también edificios centenarios, entre ellos el Palacio Apostólico, residencia del Romano Pontífice, capillas e iglesias, un seminario, un monasterio, una fábrica de mosaicos, una estación de bomberos, la célebre Biblioteca Vaticana y el Archivo Secreto, almacenes, una farmacia, una gasolinera, una imprenta y un centro médico. Además, jardines con senderos, bancos de piedra, estatuas y fuentes decorativas.
Los habitantes del Estado de la Ciudad del Vaticano proceden de muchos países, si bien la mayoría son italianos. Por lo menos 400 tienen ciudadanía vaticana, entre ellos los prelados que son jefes de dicasterio de la Curia Romana. Todos los cardenales residentes en Roma entran automáticamente en posesión de la ciudadanía vaticana pero conservan la original.
Jefe del Estado es el Supremo Pontífice que goza de plenos poderes legislativos, ejecutivos y judiciales. La representación del estado y las relaciones con las otras naciones son competencia del Supremo Pontífice que la ejerce mediante la Secretaría de Estado. Tanto el Estado de la Ciudad del Vaticano como la Santa Sede están reconocidos internacionalmente y son miembros, o tienen estatuto de observador permanente, de organizaciones internacionales e intergubernamentales, participan en conferencias internacionales y adhieren a los tratados correspondientes.
El Estado de la Ciudad del Vaticano comprende también el Vicariato de la Ciudad del Vaticano, la Pontificia Comisión para el Estado de la Ciudad del Vaticano; servicios económicos y sanitarios; servicios generales; el Observatorio Vaticano, Investigación y Estudios Arqueológicos y las Villas Pontificias. Acuña moneda propia y emite sellos, una y otros muy apreciados por los coleccionistas.