CIUDAD DEL VATICANO, jueves, 12 febrero 2004 (ZENIT.org).- Juan Pablo II ha señalado este jueves la importancia de sentar bases firmes «para la reconstrucción moral y material» de Colombia al recibir al presidente del país, donde miles de personas mueren cada año a causa de un conflicto interno activo desde hace cuatro décadas.
Es el camino para «el restablecimiento de una sociedad justa, solidaria, responsable y pacífica», dijo el Papa ante el presidente Álvaro Uribe.
El Santo Padre –que leyó su discurso en castellano con voz clara– también manifestó su deseo de que los colombianos «caminen sin desánimo hacia la auténtica paz social, rechazando cualquier forma de violencia y generando nuevas formas de convivencia por el camino seguro y firme de la justicia», promoviendo «desde todos los rincones de la nación unidad, fraternidad y respeto».
El conflicto entre el gobierno y los grupos guerrilleros de inspiración marxista ha causado más de 300.000 muertos y millones de desplazados, repercutiendo enormemente en la sociedad y en la economía.
«Me complazco –admitió Juan Pablo II– por la colaboración existente entre la Iglesia y las Autoridades de su País».
En su obra evangelizadora y de negociación en Colombia, la Iglesia católica está pagando un elevado precio de sangre. En los últimos diez años, al menos 57 representantes católicos, entre obispos, sacerdotes, religiosas, y seminaristas, han sido asesinados en el país.
Ello no ha impedido al presidente del episcopado colombiano –el cardenal Pedro Rubiano Sáez, arzobispo de Bogotá– garantizar nuevamente su compromiso en los procesos de negociación al inaugurar el pasado 3 de febrero la asamblea plenaria de los obispos de Colombia, un país «moralmente enfermo».
«La Iglesia reitera su decisión de seguir apoyando y facilitando con los obispos y la Comisión de Conciliación Nacional, los procesos de negociación política entre el Gobierno y las diferentes organizaciones insurgentes y los grupos al margen de la ley, sin menoscabo del Estado de derecho y de los derechos fundamentales en el contexto de la verdad, la justicia y la reparación», aseguró el purpurado.
«Colombia está muy presente en mi recuerdo y en mi oración», aseguró finalmente el Papa invocando «del Altísimo toda clase de bendiciones sobre los amadísimos hijos e hijas de Colombia, sobre las familias, las comunidades eclesiales y las diversas instituciones públicas y quienes las rigen».
Tras la audiencia, que duró unos diez minutos, el presidente Uribe presentó al Santo Padre a su esposa, Lina de Uribe, a la canciller, Carolina Barco, al alto comisionado para la paz, Luis Carlos Restrepo, y al resto de la delegación que le acompañaba.