MÉXICO, jueves, 19 febrero 2004 (ZENIT.org).- El debate que tiene lugar en México sobre la «píldora del día después» se ha convertido más bien en un debate sobre la autoridad de la Iglesia para poder manifestar públicamente su doctrina, reconoce el director de la Pastoral Familiar de la Arquidiócesis de México.
El padre Cipriano Sánchez, l.c., comenta así en declaraciones a Zenit las reacciones a la decisión de la Secretaría de Salud de incluir en la norma oficial mexicana, que establece el elenco de las medicinas autorizadas oficialmente, la aprobación de este fármaco como método anticonceptivo.
«La verdadera cuestión –aclara el sacerdote– es que se aprueba como método anticonceptivo algo que científicamente está demostrado que puede tener efectos abortivos».
«Independientemente de la opinión de la Iglesia, esto va contra la Constitución mexicana, que garantiza la defensa de la vida desde su concepción, y contra los acuerdos internacionales que el Estado mexicano ha firmado, por los que se ha comprometido a no promover el aborto como medio de anticoncepción».
«Esta pastilla va contra estos dos principios, pues según los estudios científicos tiene un 15% de posibilidades de que tenga consecuencias abortivas», indica.
«La Iglesia tiene por misión defender la vida en todas sus circunstancias –subraya el religioso–. Si la Iglesia se calla ante un ataque tan grande a la vida se callaría ante una tarea muy importante que le ha sido encomendada».
«Por otra parte, esta píldora no puede utilizarse de modo indiscriminado. Y esto lo ha reconocido la misma Secretaría de Salud. Por dos razones. Por la misma salud de quienes la utilizan, que puede verse afectada. Y sobre todo porque no afronta el problema de fondo, los motivos que llevan a este recurso, la irresponsabilidad sexual que tanto daña a los jóvenes».
«El hecho de que los jóvenes crean que pueden tener relaciones sin ninguna repercusión les va a lleva a ser irresponsables –reflexiona–, en vez de asumir la responsabilidad que implica el amor y la sexualidad».
Ahora bien, el sacerdote reconoce que, en realidad, si uno lee las páginas de los periódicos, el debate no se ha centrado tanto en las repercusiones de salud y científicas, sino más bien en «la autoridad de la Iglesia y en la misma imagen de la Iglesia».
«No hay que olvidar –explica– que, en la historia de México, la Iglesia ha desempeñado un papel muy importante y esto lo saben las autoridades políticas. Esto lleva a que las mismas autoridades sientan la competencia de la Iglesia cuando se opone a sus determinaciones».
«Para mí –confiesa– lo más grave es que se cuestione la posibilidad de que la Iglesia pueda defender la moral y levantar su voz en una sociedad pluralista, democrática, liberal. Es muy sintomático que la única a la que no se le permite hablar es a la Iglesia. Y esto es totalmente antidemocrático».
«Se ha usado este debate para golpear aún más a la Iglesia –denuncia–. La Iglesia ha sido golpeada en el pasado por algunos escándalos sexuales, y por calumnias emitidas por un ex procurador de la República contra el cardenal Juan Sandoval, arzobispo de Guadalajara, que se demostraron jurídicamente falsas».
«Ahora se golpea a la Iglesia, presentándola como intransigente, como intolerante, como incapaz de entender los problemas de las personas, cuando en realidad lo que hace la Iglesia es defender la vida no nacida y el verdadero sentido del amor y de la sexualidad entre los jóvenes», afirma.
El debate también ha servido para constatar las relaciones no siempre fáciles entre la Iglesia y los medios. «Puede haber un problema de manipulación por una parte y de mala comprensión por otra».
«Las declaraciones del cardenal arzobispo primado de México fueron manipuladas con la intención de mostrarle como intolerante –constata–. En otras ocasiones, también la Iglesia, siendo clara, no supo expresar con claridad el mensaje último que quería darse».
«Donde yo pondría más responsabilidad tristemente es en la labor de los medios –afirma–. Si uno lee las declaraciones completas, o dos documentos muy interesantes del episcopado mexicano, se da cuenta de que no hubo esa incomprensión o intolerancia de la que hablaban los medios».
«La «píldora del día después» destaca dos cosas –concluye–: la tremenda soledad de los jóvenes en el campo de la sexualidad, que les lleva a no tener la formación afectiva necesaria para afrontar estas situaciones. Y nos habla de formar familias mucho más sólidas, mucho más estructuradas, en todos los sentidos –moralmente, como proyecto de familia–, para que puedan ayudar a sus jóvenes a afrontar este tipo de situaciones».