El Papa alienta a los sacerdotes de su diócesis en el dialecto romano

El romanesco se utiliza en los barrios populares de la Ciudad Eterna

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CIUDAD DEL VATICANO, jueves, 26 febrero 2004 (ZENIT.org).- Juan Pablo II, el Papa políglota que saluda al mundo en Navidad y Pascua en más de cincuenta lenguas, improvisó este jueves un diálogo en un idioma que hasta ahora no ha utilizado en su magisterio, el dialecto típico de Roma.

Al recibir en audiencia a los sacerdotes de su diócesis, en el tradicional encuentro que todos los años mantiene a inicios de la Cuaresma, uno de los presentes, emocionado, le gritó en «romanesco»: «Aquí todos te queremos» («Qua te volemo tutti bbene»).

El obispo de Roma le respondió en su mismo dialecto, alentando a los presentes a vivir con entusiasmo su ministerio sacerdotal: «¡Manos a la obra!» («Dàmose da fa!»).

Y a continuación, añadió con una de las expresiones más típicas romanas «Querámonos mucho!» («Volèmose bene!»). Y tras aplausos y risas, añadió: «Somos romanos» («Semo romani!»).

Ante los sorprendidos sacerdotes y obispos presentes, acompañados por el cardenal Camillo Ruini, obispo vicario del Papa para la diócesis de Roma, que no se esperaban la respuesta, Juan Pablo II preguntó: «No he aprendido el romanesco: ¿quiere decir que no soy un buen obispo de Roma?».

El «romanesco» es el dialecto que se habla en los barrios más populares de Roma, particularmente en los mercados de la calle, o en las típicas hosterías.

Juan Pablo II dejó a un lado el discurso que había preparado para la ocasión e improvisó una intervención, marcada en ocasiones por recuerdos personales, sobre la importancia que reviste hoy la ayuda de los sacerdotes a la familia, tema central del programa pastoral de la diócesis de Roma.

De todos modos, dada la importancia que para el tenía el texto que había preparado y que no leyó, con una sonrisa, les dijo a los sacerdotes: «Lo encontraréis en «L’Osservatore Romano»», el diario de la Santa Sede.

El discurso improvisado del Papa estuvo también caracterizado por el buen humor. Comenzó diciendo en latín «Est tempus concludendi» («es hora de concluir»), afirmó, «mirando especialmente a estos hermanos nuestros que durante todo el tiempo han estado de pie porque les faltaba una silla».

Y pidió, «una silla más, somos muchos».

El sábado anterior, también había dejado a un lado su discurso para dirigir palabras improvisadas a los seminaristas de la diócesis de Roma.

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ZENIT Staff

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