Para el Papa, la presencia cristiana en la vida pública depende de la formación

Alienta la labor de las universidades católicas y la reflexión sobre la doctrina social

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CIUDAD DEL VATICANO, viernes, 27 febrero 2004 (ZENIT.org).- Juan Pablo II considera que la contribución y presencia de los católicos en la vida pública depende de su formación, por lo que alienta la actividad de las universidades católicas y los encuentros de reflexión sobre la doctrina social cristiana.

«El lugar de la Iglesia en la sociedad» fue uno de los temas que el Santo Padre afrontó este viernes al recibir en audiencia a los obispos franceses de la provincia eclesiástica de Besançon y de la arquidiócesis de Estrasburgo, que concluían su visita «ad limina apostolorum».

«No sería capaz de alentar suficientemente a los pastores a prestar atención a la formación integral de los jóvenes, en especial de los que el día de mañana serán responsables y líderes de la nación», comenzó confesando el obispo de Roma.

«La Iglesia desea ofrecerles la luz del Evangelio y de su Magisterio» para que estos jóvenes en sus futuras responsabilidades «estén atentos a las personas y fundamenten sus decisiones en criterios morales».

«Las universidades católicas tienen en este campo una misión específica de reflexión junto al conjunto de agentes sociales para ayudarles a analizar las situaciones particulares y a ver cómo pueden poner siempre al hombre en el centro de sus decisiones», subrayó.

«Esta labor se dirige no sólo a los fieles católicos sino también a todos los hombres de buena voluntad que desean reflexionar realmente sobre el futuro de la humanidad», aclaró.

Al afrontar el lugar de la Iglesia en la sociedad, el Santo Padre recalcó en segundo lugar la importancia de las Semanas Sociales, que en Francia en este año cumplirán su centenario.

Las Semanas Sociales (http://www.ssf-fr.org) constituyen un observatorio de la vida social a la luz del Evangelio en donde se encuentran cristianos de diferentes sensibilidades, instituciones, movimientos, etc. Sirven además como lugar de diálogo con los no cristianos sobre la justicia social.

El Papa pidió que estas iniciativas sigan desarrollándose en otros países y que particularmente en Europa constituyan «un movimiento de reflexión sobre las cuestiones cada vez más complejas del mundo actual, uniendo a las personas en la elaboración de los fundamentos de la sociedad de mañana».

«Al anunciar a Cristo», explicó el Papa, los cristianos «transmiten una esperanza a la sociedad». «A través de una nueva comprensión más penetrante de las leyes de la vida social, invitan a una transformación profunda de la sociedad».

«Además de tener el derecho y el deber de anunciar el Evangelio a todas las naciones, la Iglesia está autorizada al mismo tiempo a dar su juicio sobre cualesquiera asuntos humanos, en la medida en que lo exijan los derechos fundamentales de la persona humana o la salvación de las almas», recordó citando el Código de Derecho Canónico (canon 747, 2).

«En la vida política –concluyó–, en la economía y en los lugares de trabajo y en la familia, corresponde a los fieles hacer que Cristo esté presente y que resplandezcan los valores evangélicos, que manifiestan, con un destello particular, la dignidad del hombre y su lugar central en el universo, recordando de este modo el primado del ser humano por encima de todo interés privado y de los mecanismos institucionales».

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ZENIT Staff

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