«Los cristianos deben responder con firmeza y prontitud a los proyectos que Él tiene sobre cada uno. Así sucedió en la vida de la beata Guadalupe García Zavala, mexicana, que renunciando al matrimonio, se dedicó al servicio de los más pobres, necesitados y enfermos», recordó el Papa en la homilía de la celebración eucarística de beatificación.
«Con una fe profunda, una esperanza sin límites y un gran amor a Cristo, Madre Lupita buscó la propia santificación desde el amor al Corazón de Jesús y la fidelidad a la Iglesia», aseguró el Santo Padre.
«De este modo vivió el lema que dejó a sus hijas: «Caridad hasta el sacrificio y constancia hasta la muerte»», concluyó hablando en español.
La madre Lupita nació en 1878. Sufrió persecución y hostigamiento en tiempos de la persecución religiosa mexicana, que tuvo su punto álgido en los años veinte del siglo pasado. Manifestó su amor por los pobres en el Hospital Santa Margarita en Guadalajara.
La Santa Sede ha atribuido a su intercesión la curación de un caso terrible de pancreatitis aguda necrotizante que sufría don Abraham Arceo. Era el 25 de julio de 1988, en la habitación 202 del mismo hospital en que la madre Lupita volcara su vocación. El beneficiado estaba desahuciado. Y dijo: «Madre Lupita, agárrame bien de la mano, o suéltame». Hoy sigue vivo.