CIUDAD DEL VATICANO, martes, 27 abril 2004 (ZENIT.org).- Hace veinte años, el 22 de abril de 1984, Juan Pablo II confiaba a los jóvenes la Cruz del año santo de la Redención. Chicos y chicas la han llevado a hombros, en avión, tren, camión, con perros de trineo, por los cinco continentes.
Una ceremonia conmemorativa se celebró el pasado el jueves pasado en el Centro Internacional San Lorenzo de Roma, creado por Juan Pablo II y confiado al Consejo Pontificio para los Laicos.
Este Centro, situado junto a la Vía de la Conciliación, muy cerca de la Plaza de San Pedro, donde se encuentra la Cruz en sus momentos de pausa, presenta una exposición fotográfica con algunos de los momentos recogidos durante estas peregrinaciones.
En 1984, por ejemplo, cuando Checoslovaquia estaba todavía bajo el yugo comunista, unos jóvenes lograron introducirla clandestinamente en el país y la llevaron a Praga, donde fue recibida por el cardenal Frantisek Tomasek, quien la acogió como un de Dios a la Iglesia del silencio.
Durante las Jornadas Mundiales de la Juventud del año 2000, en Roma, la Cruz fue levantada en el Circo Máximo, donde miles de sacerdotes confesaban a centenares de miles de jóvenes. Antes de acudir al sacramento del perdón, los muchachos se preparaban en oración a los pies de esta cruz, bajo un calor asfixiante.
Cada dos o tres años, en Roma, durante la misa del Domingo de Ramos, los jóvenes del país que han organizado la Jornada Mundial la entregan como «testigo» ante el Papa a los jóvenes del país que se encargan de preparar la siguiente Jornada.
En el año 2002, cuando la Cruz recorría Canadá en preparación de las Jornadas Mundiales de Toronto interrumpió su recorrido en el mes de febrero, para visitar Ground Zero, Nueva York, como signo de esperanza para el pueblo de los Estados Unidos, tras la tragedia del 11 de septiembre.
El año pasado, los jóvenes canadienses la entregaron con una cierta nostalgia a los jóvenes de Alemania. La Cruz comenzó el pasado Domingo de Ramos un recorrido por ese país, en preparación de las Jornadas Mundiales de la Juventud de Colonia, en agosto de 2005.
«Con esta Cruz, Juan Pablo II nos recuerda que en la formación de los jóvenes hay que volver a lo esencial, recuperando el valor de anunciar a Cristo en el corazón de su misterio, es decir, su Cruz y su resurrección», explicó el 22 de abril el arzobispo Stanislaw Rylko, presidente del Consejo Pontificio para los Laicos.
«Atreverse a proponer a los jóvenes la Cruz de Cristo es el gran desafío de la pastora de hoy. No se puede rebajar el mensaje evangélico con la ilusión de hacerlo más "comprensible" a las jóvenes generaciones», aclaró el prelado polaco en declaraciones que fueron transmitidas por «Radio Vaticano».
«Los jóvenes quieren encontrar y conocer al auténtico Cristo, quien por amor del hombre no dudó en tomar la Cruz», concluye.
Las Jornadas de la Juventud, que son siempre presididas por la Cruz, constituyen uno de los acontecimientos evangelizadores más importantes en los últimos tiempos. En las últimas Jornadas de Toronto, en julio de 2002, participaron más de un millón de personas.
Tras las primeras Jornadas de Roma, se han celebrado en Buenos (1987), Santiago de Compostela (1989), Czestochowa (1991), Denver (1993), Manila (1995), París (1997), Roma (2000).
El récord de participación se batió en Manila, donde participaron entre 4 y 5 millones de personas.
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Apr 27, 2004 00:00