Los desafíos de la humanidad reclaman renovar el fervor misionero, alerta el Papa

En su mensaje para la Jornada Misionera Mundial 2004

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CIUDAD DEL VATICANO, jueves, 29 abril 2004 (ZENIT.org).- Una «urgencia» que reclama «todas nuestras energías» y cuya clave para llevarla a cabo es la Eucaristía. Así define Juan Pablo II el compromiso misionero de la Iglesia en su mensaje para la Jornada Misionera Mundial 2004 difundido este jueves por la Santa Sede.

Un «binomio inseparable» –dice el Papa–, «Eucaristía y Misión», es el tema de la Jornada Misionera Mundial de este año, que se celebrará el domingo 24 de octubre. Y es que «reunida alrededor del altar, la Iglesia comprende mejor su origen y su mandato misionero», subraya.

El cardenal Crescenzio Sepe, prefecto de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos, fue el encargado de presentar el mensaje papal en la mañana de este jueves en la Sala de Prensa vaticana.

«El compromiso misionero de la Iglesia constituye, también en este comienzo del tercer milenio, una urgencia que en varias ocasiones he querido recordar», reconoce Juan Pablo II en su mensaje por el día del DOMUND.

La misión «está aún lejos de cumplirse y por eso debemos comprometernos con todas nuestras energías en su servicio», exhorta.

De hecho, este llamamiento a compartir la «sed» de almas que hay que salvar –la «sed» del Redentor— se dirige a «todo el Pueblo de Dios en cada momento de su peregrinar en la historia».

«Los santos han advertido siempre con mucha fuerza esta sed de almas que hay que salvar –ilustra–: baste pensar, por ejemplo, en santa Teresa de Lisieux, patrona de las misiones, y en monseñor Comboni, gran apóstol de África, que he tenido la alegría de elevar recientemente al honor de los altares».

Para el Papa, «los desafíos sociales y religiosos a los que la humanidad hace frente en estos tiempos nuestros motiva a los creyentes a renovarse en el fervor misionero».

«¡Sí! Es necesario promover con valentía la misión «ad gentes», partiendo del anuncio de Cristo, Redentor de cada criatura humana», reconoce.

En su opinión, «una ocasión extraordinaria para esta unánime toma de conciencia misionera alrededor de la Mesa del Cuerpo y de la Sangre de Cristo» la ofrece «el Congreso Eucarístico internacional, que será celebrado en Guadalajara, en México, el próximo mes de octubre, mes misionero».

«A la reflexión sobre los lazos que existen entre el misterio eucarístico y el misterio de la Iglesia, se une este año una elocuente referencia a la Virgen Santa, gracias a la celebración del 150 aniversario de la definición de la Inmaculada Concepción (1854-2004)», subraya Juan Pablo II.

«Contemplamos la Eucaristía con los ojos de María –explica–. Contando con la intercesión de la Virgen, la Iglesia ofrece a Cristo, pan de la salvación, a todas las gentes, para que le reconozcan y le acojan como único salvador».

«María fue «redimida» de modo eminente en previsión de los méritos de su Hijo» –prosigue el Papa–. “Mirándola a ella conocemos la fuerza trasformadora que tiene la Eucaristía. En ella vemos el mundo renovado por el amor”»,

Además María es «el primer tabernáculo de la historia» que «nos muestra y nos ofrece a Cristo, nuestro Camino, Verdad y Vida». «Así como Iglesia y Eucaristía son un binomio inseparable, lo mismo se puede decir del binomio María y Eucaristía», constata.

«Es mi deseo –concluye Juan Pablo II– que la feliz coincidencia del Congreso Internacional Eucarístico con el 150 aniversario de la definición de la Inmaculada ofrezca a los fieles, a las parroquias y a los Institutos misioneros la oportunidad de afianzarse en el ardor misionero, para que se mantenga viva en cada comunidad «una verdadera hambre de la Eucaristía».

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ZENIT Staff

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