CIUDAD DEL VATICANO, martes, 4 mayo 2004 (ZENIT.org).- El relato de un misionero comboniano de 84 años, el padre Tarsicio Agostoni, dio testimonio de las múltiples facetas de la misión de la Iglesia el jueves pasado, durante la rueda de prensa en la que se presentó en el Vaticano el mensaje de Juan Pablo II para la 78ª Jornada Misionera Mundial 2004.
Cuarenta y tres años en Uganda (de 1951 a 1969, y de 1980 a 2004), en particular en la diócesis septentrional de Gulu, tuvieron su origen en una decisión que ya había tomado a los 13 años de edad y que materializó con 31, cuanto llegó a su primer terreno de labor en el Seminario Filosófico y Teológico de Gulu (en la frontera con el sur de Sudán).
Los distritos septentrionales de Uganda son el dramático escenario, desde 1986, de numerosas matanzas y atrocidades que comete el rebelde «Ejército de Resistencia del Señor» (LRA, por sus siglas en inglés) –en lucha contra el gobierno ugandés– contra la población civil.
La enseñanza de filosofía, música y canto, la administración de los Sacramentos y la visita a los poblados tejieron la experiencia pastoral del padre Agostoni, que durante 10 años llegaría a ser superior general de los misioneros combonianos.
Y es que «el misionero –reconoció el sacerdote en presencia del cardenal Creszencio Sepe, prefecto de la Congregación Vaticana para la Evangelización de los Pueblos– no puede tener ningún otro oficio si antes no aprende la lengua local y trabaja con la gente, y conoce su mentalidad».
En sintonía con el lema de San Daniel Comboni –«Salvar África con África»–, el padre Agostoni se dedicó también a la formación de los sacerdotes en el seminario.
«Un giro específico de mi vida misionera –relató– fue decidido por el obispo de Gulu, cuando en 1956 me nombró director diocesano del Apostolado de los Laicos», una labor en la que se veía que «la formación religiosa era el primer objetivo, pero la formación de la vida social debía ser paralela».
Recordó en la rueda de prensa que Pío XII, en la «Evangelii Proecones» (1951), «invitaba a los misioneros a enseñar y explicar la Doctrina Social de la Iglesia. Eran los años de la postguerra y el comunismo estaba penetrando en África bajo el manto de liberadores de los colonialistas. Se necesitaba otra penetración, la cristiana»
Hacia el año 1950 comenzaban los movimientos independentistas en África y se planteaba la necesidad de preparar a los laicos «para combatir la dicotomía entre vida privada y vida social». Por ello el misionero comboniano lanzó dos publicaciones, «Truth and Charity» («Verdad y Caridad», 1956) para sensibilizar al clero, y «Leadership» (Liderazgo) (1956) para la formación cristiana-sociopolítica de los laicos.
No sólo fue consciente de que «los laicos tienen su responsabilidad directa en la misión de la Iglesia en virtud de los Sacramentos», sino que el padre Agostoni se orientó a «formar a los futuros líderes a través de la escuela secundara y la universidad» y a «difundir la Doctrina Social de la Iglesia».
El misionero comboniano se comprometió también en el campo de los medios de comunicación social: en 1964 le fue encomendado el servicio de información de la Conferencia Episcopal del país africano. Igualmente fue miembro del cuerpo directivo de la Radio Ugandesa y siguió como editor de «Leadership», que se convirtió en la revista oficial nacional de los estudiantes.
Actualmente tiene un programa en la televisión del gobierno. Desde 2001 es director de los programas de «Radio María – Uganda» y publica artículos de carácter social y religioso en diarios nacionales.
De la Doctrina Social de la Iglesia también nació en el padre Agostoni su labor en defensa de los derechos humanos basándose en que «toda violación, ofensa de los derechos, es ofensa al amor del prójimo», reconoció.
Por invitación de los obispos comenzó el misionero en 1987 la Comisión Católica Nacional Justicia y Paz, y en 1991 empezó a frecuentar las prisiones, concentrándose en el tema de la pena de muerte lanzando una campaña por su abolición.
El padre Agostoni concluyó su intervención con una sugerencia para África en este momento de su historia: «lo ideal es una armoniosa cultura entre tradiciones africanas purificadas por la levadura evangélica y la vida del Evangelio mismo».