Esta «comunión», aclaró al recibir a los obispos de las provincias eclesiásticas de Detroit y Cincinnati que concluían su quinquenal visita «ad limina apostolorum», se basa en la «íntima relación entre la santidad de la Iglesia y su unidad».
El Papa se dijo convencido de que hay que promover esta espiritualidad «en la aurora del nuevo milenio, si queremos ser fieles al plan de Dios y responder a los más profundos anhelos del mundo».
«Al igual que su santidad, la unidad de la Iglesia es un inquebrantable don de Dios y un constante llamamiento a una comunión cada vez más perfecta en la fe, en la esperanza y en el amor», reconoció en su discurso a los prelados estadounidenses con quienes afrontó el tema del ministerio episcopal de santificar al pueblo de Dios.
«Esta espiritualidad de comunión, que deben ejemplificar personalmente los obispos –reconoció–, llevará naturalmente a un estilo pastoral que esté cada vez más abierto a la colaboración con todos».
Esta apertura tiene algunas consecuencias que el Papa enunció en su intervención.
«En primer lugar, exige de vosotros una relación más cercana con vuestros sacerdotes», recalcó. Esto significa, que «cada obispo debería esforzarse por relacionarse con ellos como un padre y un hermano que les ama, que les acoge, que les corrige, que les apoya, que busca su cooperación, y en la medida de lo posible, que está preocupado por su bienestar humano, espiritual, ministerial y material».
En segundo lugar, explicó, «reforzar una espiritualidad de comunión y misión exige un esfuerzo constante por renovar los lazos de unidad fraterna en el presbiterio», que debe basarse en los «valores espirituales».
De este modo, reconoció, «bajo la guía de sus sacerdotes, la comunidad de los discípulos puede convertirse en «un solo corazón y una sola mente»».
En tercer lugar, «una espiritualidad de comunión traerá naturalmente frutos en el desarrollo de una espiritualidad diocesana basada en los particulares dones y carismas conferidos por el Espíritu Santo para la edificación de cada Iglesia local».
«Un auténtico «espíritu diocesano» alentará y motivará en toda la comunidad cristiana un mayor sentido de responsabilidad en el ejercicio fecundo de la misión de la Iglesia a través de su rica red de comunidades, instituciones y apostolados», indicó.
Por último, reconoció, «en los seminarios mayores y menores es donde se siembran las semillas de una espiritualidad de comunión y misión, así como de un sano sacerdocio».
Por eso pidió a los obispos «que se aseguren de que en los seminarios se forman personalidades maduras y balanceadas, hombres capaces de establecer profundas relaciones humanas y pastorales, con conocimiento de la teología, con una sólida vida espiritual, y que amen a la Iglesia».
En definitiva, para promover esta «espiritualidad de comunión y misión», el Papa sugirió a los obispos que «en el ejercicio diario de su ministerio sean constructores de comunión en el diálogo y en el encuentro personal con los sacerdotes, diáconos, sacerdotes, religiosos, religiosas, y laicos de vuestras Iglesias locales».