ROMA, lunes, 24 mayo 2004 (ZENIT.org).- Juan Pablo II afirma que las relaciones fraternas entre judíos y cristianos constituyen un servicio decisivo a la paz, en el mensaje que ha dirigido con motivo del centenario de la sinagoga de Roma.
La misiva del Papa, fue leída por su obispo vicario de Roma, el cardenal Camillo Ruini, este domingo en una ceremonia celebrada en ese «Templo Mayor», ante los más destacados miembros de la comunidad judía en Italia y en otros países, así como personalidades civiles y políticas.
Para subrayar su pesar por no poder participar en ese acontecimiento, el Santo Padre pidió, además, que participara en el acto, en su nombre, el cardenal alemán Walter Kasper, presidente de la Comisión de la Santa Sede para las Relaciones con el Judaísmo.
Juan Pablo II se convirtió en el primer Papa, después de san Pedro, en visitar una sinagoga, al pisar ese templo judío de Roma el 13 de abril de 1986. Su misiva envía un saludo especial a quien entonces era el gran rabino emérito, el profesor Elio Toaff, con quien mantiene relaciones personales de amistad.
«Fue el abrazo de los hermanos que se volvían a encontrar después de un largo período en el que no han faltado incomprensiones, rechazos y sufrimientos », confiesa el Papa.
En su mensaje, dirigido al rabino jefe de Roma, el doctor Ricardo Di Segni, que comienza con el saludo «Shalom», Juan Pablo II recuerda la herencia dejada a judíos y cristianos por el «gran filósofo y teólogo, bien conocido por santo Tomás de Aquino», Maimónides de Córdoba (1138-1204), de quien se celebra en este año el octavo centenario de su fallecimiento.
Maimónides, recuerda el Santo Padre, «expresó el auspicio de que una mejor relación entre judíos y cristianos puede llevar «al mundo entero a la adoración unánime de Dios»», como anunciaba el profeta Sofonías.
«La Iglesia católica, con el Concilio Vaticano II, convocado por el beato Juan XXIII, en particular tras la declaración <a href=»http://www.vatican.va/archive/hist_councils/ii_vatican_council/documents/vat-ii_decl_19651028_nostra-aetate_sp.html»>«Nostra aetate» (28 de octubre de 1965), os ha abierto sus brazos, recordando que «Jesús es judío, y siempre lo será»», afirma el Santo Padre en su mensaje.
El Papa, que se refiere a los judíos como «nuestros «hermanos predilectos» en la fe de Abraham», recuerda que «en el Concilio Vaticano II, la Iglesia confirmó de manera clara y definitiva el rechazo del antisemitismo en todas sus expresiones», sigue recordando.
«Sin embargo –añade–, no es suficiente el deber de deplorar y condenar las hostilidades contra el pueblo judío que con frecuencia han caracterizado la historia; es necesario fomentar también la amistad, la estima y las relaciones fraternas».
«Tenemos que recorrer todavía mucho camino –escribe por último el Papa–: el Dios de la justicia y de la paz, de la misericordia y de la reconciliación, nos llama a colaborar sin reservas en nuestro mundo contemporáneo, lacerado por enfrentamientos y enemistades».
«Si sabemos unir nuestros corazones y nuestras manos para responder a la llamada divina, la luz del Eterno se acercará para iluminar a todos los pueblos, mostrándonos los caminos de la paz, «Shalom». Quisiéramos recorrerlos con un solo corazón», concluye.
La sinagoga de Roma, que se eleva junto al Tíber, reúne a la comunidad judía más antigua de Europa occidental.