DOHA, jueves, 27 mayo 2004 (ZENIT.org).- El mejor antídoto para el fanatismo religioso y la violación de la libertad religiosa son los auténticos creyentes, ha afirmado la Santa Sede en la Conferencia sobre el Diálogo entre Musulmanes y Cristianos, que se inauguró este jueves en Doha (Qatar)
«Los líderes políticos no tienen nada que temer de los verdaderos creyentes», afirmó el cardenal Jean-Louis Tauran, bibliotecario y archivero de la Santa Iglesia Romana y ex secretario para las Relaciones con los Estados en la primera sesión pública del encuentro, que concluirá el próximo sábado.
«Los creyentes auténticos son también el mejor antídoto para todas las formas de fanatismo», afirmó el purpurado francés en el discurso en inglés del que ha publicado amplios pasajes el Vatican Information Service (VIS).
«Saben que impedir la práctica de la religión a sus hermanos y hermanas, la discriminación de los seguidores de otra religión diversa de la propia, o lo que es peor, el asesinato en nombre de la religión, son abominaciones que ofenden a Dios y que ninguna causa ni autoridad, política o religiosa, puede justificar jamás», añadió.
La conferencia ha sido organizada por la Comisión Pontificia para las Relaciones Religiosas con los Musulmanes y el Centro de Estudios del Golfo de la Universidad de Qatar.
El arzobispo Michael Louis Fitzgerald, presidente de la Comisión y del Consejo Pontificio para el Diálogo Interreligioso, pronunció el discurso de bienvenida.
Entre los oradores de la jornada se encontraban el jeque Abdullah Bin Khalifa Al-Thani, ministro de Exteriores de Qatar, el jeque Mohammad Sayed Tantawi, gran imán de Al-Azhar, Su Santidad Anba Shenouda III, Papa de Alejandría de los Coptos Ortodoxos, Youssef Al-Qaradawi, de la Universidad de Qatar y Hamid Bin Ahmad Al-Rifaie, presidente del Foro Internacional Islámico para el Diálogo, informa el VIS.
El cardenal Tauran constató que el encuentro «es un testimonio elocuente de fraternidad».
«El fragor del conflicto, que resuena no lejos de aquí, no nos impedirá reflexionar sobre nuestras responsabilidades como creyentes o enviar un mensaje de amistad a los que están dispuestos a aceptarlo», aseguró.
«Nuestra reunión es ante todo un encuentro de creyentes –siguió indicando–. Dado que todos sabemos que somos hijos del mismo Dios, podemos aceptar nuestras diferencias y entregarnos juntos al servicio de la sociedad, respetando la justicia, los valores morales y la paz».
La reunión, dijo, «es un diálogo entre creyentes que pertenecen a dos religiones diferentes». Por eso, señaló, «para evitar todo tipo de sincretismo o caricatura, es importante que cada uno de nosotros sea fiel a su propia fe».
El cardenal citó los elementos en común entre musulmanes y cristianos subrayados públicamente por Juan Pablo II, como el hecho de ser «adoradores de Dios», «buscadores de Dios» y «creyentes en el mismo Dios».
«La Iglesia católica mira con respeto» a los creyentes en el Islam, aseguró, y reconoce «la riqueza de vuestras tradiciones espirituales. Nosotros, cristianos, estamos también orgullosos de nuestra tradición religiosa».
«Por este motivo, la libertad de conciencia y de religión es importante, más aun, absolutamente necesaria», subrayó.
«La libertad religiosa respeta al mismo tiempo Dios y al ser humano –aseguró–. Es absoluta y recíproca. Se extiende del individuo a la comunidad y tiene una dimensión civil y social».
«La libertad religiosa, así entendida y vivida, puede ser un factor poderoso en la construcción de la paz», reconoció.
El cardenal concluyó proponiendo «abrir un diálogo de confianza entre las autoridades religiosas y civiles, para que los derechos y deberes de los creyentes y de sus comunidades se establezcan y garanticen firmemente, con particular respeto del principio de reciprocidad».
«¡No se pueden reclamar los legítimos derechos y libertades pisoteando los de los demás!», exclamó
«Aquí en Doha todos nosotros debemos aportar nuestra piedra al empedrado del camino de la fraternidad y la paz», concluyó.