PINAR DEL RÍO (CUBA), miércoles, 15 septiembre 2004 (ZENIT.org).- La solución a los problemas por los que atraviesa Cuba pasa por los cubanos y no por incontrolables factores extranjeros, considera Dagoberto Valdés, director del Centro de Formación Cívica y Religiosa de Pinar del Río.
El ingeniero ha escrito en la última versión electrónica de la revista «Vitral» (www.vitral.org), que él también dirige, un artículo en el que vuelve a proponer como camino de futuro para la isla el mensaje que Juan Pablo II dejó en Camagüey el 23 de enero de 1998.
«No busquen fuera lo que pueden encontrar dentro –decía el Papa–. No esperen de los otros lo que ustedes son capaces y están llamados a ser y a hacer. No dejen para mañana el construir una sociedad nueva, donde los sueños más nobles no se frustren y donde ustedes puedan ser los protagonistas de su historia».
La propuesta de Valdés tiene lugar «al ver la televisión cubana, al leer nuestros periódicos» para los que «nuestros problemas no surgen de nuestras propias limitaciones, de nuestros errores, o por lo menos de nuestra falta de compromiso en su solución en la mayoría de los casos, sino que son culpa y responsabilidad de otros, de fuera, de la naturaleza, de todos, menos de nosotros mismos».
«Aún más, con frecuencia, ni siquiera se reconocen nuestros propios errores, ni nuestra crisis económica a la que se llama, eufemísticamente, «período especial»», recuerda.
«No se reconocen nuestras crisis político-ideológicas, a las que se llama «campañas diversionistas del enemigo» a las que hay que responder con la «batalla de ideas». No se reconocen nuestros problemas sociales, a los que se llama «consecuencias del bloqueo»», subraya.
«Así no se resuelven los problemas porque en un clima de sospecha, de desconfianza, de delación, de intrigas y jugar al todos somos policías, no pueden reconocerse los problemas, porque decir que los hay nos perjudica, porque decir que son de nuestra responsabilidad nos afecta, porque buscar sus causas verdaderas nos malea y nos «señala» como enemigos», considera Valdés que de profesión es agrónomo.
El presidente de la Comisión Católica para la Cultura en Pinar del Río, recuerda que «la mentira nunca sana el problema sino que lo agrava. La verdad, como el bisturí y la sutura, duele, pero cura».
«No hay que temerle al dolor que provoca la verdad, dicha con respeto y con paciencia, porque si la verdad nos duele, como personas y como nación, es porque todavía nos queda algo de conciencia y de vergüenza», sugiere Valdés, que trabaja en el almacén «El Yagüín», de Siete Matas, como ingeniero de yaguas.
«La indolencia es la muerte de la conciencia. Si la verdad no duele, ni el amor que cura duele, algo muy profundo e importante ha muerto en nosotros.
Un daño muy grave ha gangrenado el cuerpo social. Es el daño antropológico», considera.
«Es la persona del ser humano quien más ha sufrido, aún cuando tuviera algo para comer y vestir, y leer y vivir. Si el espíritu de cada persona y el alma de la nación se ven constreñidos al círculo de una sola ideología, de una sola religión o de un solo proyecto político-social, la jaula puede ser de oro, pero el alma se puede secar», afirma.
«Gracias a Dios y a las más auténticas reservas morales y espirituales de nuestro pueblo, Cuba no tiene el alma seca, ni su subjetividad está dañada irreparablemente. Nada es blanco y negro, ni aquí ni en ningún sitio del mundo», constata.
«Confiamos en ese hondón espiritual de los cubanos, confiamos en su capacidad de recuperación en momentos de crisis. Su historia lo demuestra, como también demuestra que siempre ha tenido problemas que eran y son suyos propios y no de nadie».
«Ya sabemos que hay influencias externas que pueden ser dañinas para los que, mal educados aquí, vuelven sus ojos para lo extranjero como lo mejor del mundo y no han aprendido a querer y mejorar lo nuestro. No se trata ni de fiebre foránea ni de nacionalismos trasnochados».
«Se trata de Cuba, abierta al mundo y el mundo abierto a Cuba como dijo el Papa. Pero para ello ya sabemos que Cuba tiene que abrirse a sus propios hijos de aquí, sin excluir, ni presionar, ni encarcelar a ninguno por la forma de pensar o de creer».
«Confiamos en que los cubanos de aquí y de cualquier orilla del mundo, podremos cultivar estas propuestas y proponer otras mejores. Para solucionar el «Problema» de Cuba sería necesario:
»Primero: «abrir los ojos» para poder ver, analizar, con transparencia y verdad, lo que está pasando en Cuba. En la Cuba real no en la virtual.
Segundo: «abrir la mente», educarla, para poder entender, por qué está pasando y por qué hace tanto tiempo que está pasando y no pasa nada.
»Tercero: «abrir la conciencia», despertarla, educarla en la verdad y la humildad, en la sinceridad y la justicia, para poder reconocer y tener un criterio de juicio, por nosotros mismos, sobre quiénes somos los responsables de lo que está pasando en Cuba.
»Cuarto: «abrir la voluntad», entrenarla, fortalecerla en la perseverancia racional y emocional, en la constancia de alma, en la forja de actitudes, para poder emprender la solución, entre todos y desde abajo, de forma subsidiaria y solidaria, de nuestros propios problemas.
»Quinto: «abrir el corazón», para hacer todo lo anterior con amor de hermanos, sin odios, ni violencias, para poder reconstruir con el cariño sin miedo, para poder hacer la nueva República cordial que deseaba Martí, sin la dureza que a veces tienen las ideologías, ni los sectarismos que a veces tiene la política, ni la corrupción que a veces tienen las relaciones sociales, sin el «sálvese el que pueda» del individualismo que tiene la libertad cuando no viene de la mano con la solidaridad.
»Sexto: «abrir el alma», para que no se nos seque la fe en el mejoramiento humano, para que nuestra confianza en Dios, fuente de toda virtud y de todo amor, haga crecer nuestra espiritualidad personal y la espiritualidad de nuestro pueblo».
«Así, nuestros problemas podrán servir para que Cuba sea ella misma y de todos los cubanos», concluye Valdés.