En la actividad bancaria la ética está antes que el lucro, recuerda Juan Pablo II

Al encontrarse con dirigentes del banco Capitalia

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CASTEL GANDOLFO, viernes, 17 septiembre 2004 (ZENIT.org).- Al encontrarse este viernes con los dirigentes de un banco, Juan Pablo II recordó que en las actividades de crédito los valores éticos están por encima de la búsqueda del «máximo beneficio».

El Papa recibió en la residencia de Castel Gandolfo a los representantes de Capitalia, guiados por su presidente Cesare Geronzi, que celebraban el segundo aniversario de la constitución de este importante grupo bancario italiano.

Al darles la bienvenida, el Papa dirigió un breve discurso a sus huéspedes en el que reconoció que «el complejo mundo del crédito – solicita la reflexión de la Iglesia, por las numerosas implicaciones éticas que conlleva».

«Sería insuficiente limitarse a perseguir el beneficio máximo –advirtió–; por el contrario, si se quiere ser útil para el crecimiento verdadero y el pleno desarrollo de la comunidad, es necesario referirse a los valores superiores del vivir humano».

El Santo Padre citó en este sentido al economista católico italiano, Giuseppe Toniolo para quien «la moral cristiana debe considerarse como el factor más potente para suscitar en los pueblos las energías económicas y para garantizar las relaciones más regulares y eficaces».

«Desde esta perspectiva –reconoció Juan Pablo II–, vuestra presencia en la sociedad puede convertirse en instrumento de auténtico progreso, ofreciendo apoyo a todas las iniciativas válidas de individuos y de grupos que recurren a vosotros para responder a sus legítimas necesidades de servicios financieros y económicos».

El obispo de Roma se despidió de los banqueros deseando que «vuestro trabajo se asiente siempre en esta visión superior para contribuir al bienestar de cuantos se sirven de vuestra actividad y, más en general, de toda la comunidad en la que trabajáis».

El discurso del Papa sintetizó la propuesta que presentó hace trece años en su encíclica Centesimus annus, en la que en el número 35 reconocía «la justa función de los beneficios, como índice de la buena marcha de la empresa».

«Cuando una empresa da beneficios significa que los factores productivos han sido utilizados adecuadamente y que las correspondientes necesidades humanas han sido satisfechas debidamente», aclaraba el documento magisterial publicado el 1 de mayo de 1991.

«Sin embargo, los beneficios no son el único índice de las condiciones de la empresa –añadía–. Es posible que los balances económicos sean correctos y que al mismo tiempo los hombres, que constituyen el patrimonio más valioso de la empresa, sean humillados y ofendidos en su dignidad»,

«Además de ser moralmente inadmisible –advertía–, esto no puede menos de tener reflejos negativos para el futuro, hasta para la eficiencia económica de la empresa».

«En efecto, finalidad de la empresa no es simplemente la producción de beneficios, sino más bien la existencia misma de la empresa como comunidad de hombres que, de diversas maneras, buscan la satisfacción de sus necesidades fundamentales y constituyen un grupo particular al servicio de la sociedad entera».

«Los beneficios son un elemento regulador de la vida de la empresa, pero no el único; junto con ellos hay que considerar otros factores humanos y morales que, a largo plazo, son por lo menos igualmente esenciales para la vida de la empresa», concluía el Papa en su encíclica.

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ZENIT Staff

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