KEVELAER, lunes, 20 septiembre 2004 (ZENIT.org).- Una ocasión para reflexionar sobre el papel que pueden desempeñar peregrinaciones y santuarios en la potenciación de un «ecumenismo de la santidad» ofrece estos días un congreso organizado por el Pontificio Consejo para la Pastoral de los Emigrantes e Itinerantes en el Santuario mariano de Kevelaer (Alemania).
La Exhortación Apostólica «Ecclesia in Europa», especialmente la invitación de Juan Pablo II a proseguir la vía del diálogo (Cf. o.c., n.31), inspira el tema «El ecumenismo de la santidad – La peregrinación al inicio del Tercer Milenio» de este IV Congreso Europeo de directores de peregrinaciones y rectores de santuarios
El encuentro se orienta igualmente a mostrar las iniciativas emprendidas en este sentido por las diferentes Iglesias y comunidades eclesiales y a exponer propuestas dirigidas a incrementar la colaboración entre promotores de peregrinaciones y responsables de santuarios en el Viejo Continente.
Europa «se presenta hoy con una incrementada “necesidad de esperanza”, según cuanto ha recalcado el Papa» en dicha Exhortación Apostólica, «y tal necesidad impulsa a “anunciar a Europa el Evangelio de la Esperanza”. Pero para esperar y testimoniar hay que estar unidos»; de ahí «la finalidad ecuménica del encuentro», explicó el arzobispo Agostino Marchetto –secretario del dicasterio organizador— a «Radio Vaticana».
Entre las muchas experiencias que se presentarán en el Congreso el prelado citó «la que está en marcha desde hace varios años en la Catedral de Trondheim, en Noruega, donde está la tumba de San Olaf Haraldson», «visitada por numerosos peregrinos luteranos y católicos»: «en fiestas especiales, existe la colaboración ecuménica para los preparativos y desarrollo de las celebraciones».
«Otras iniciativas que hay que señalar fueron las de la celebración del nuevo milenio, en el 2000 –añadió monseñor Marchetto–. En ellas participaron, por ejemplo, varios grupos protestantes de Europa Central, con creciente interés para la práctica de la peregrinación».
Ésta «es una manifestación religiosa que hay que llevar a cabo con fidelidad a la tradición, con sentimiento religioso intenso y como realización de vida pascual, que implica muerte y resurrección, conversión y reconciliación», dijo.
De hecho, «el desarrollo de la peregrinación –apuntó el arzobispo Marchetto–, que es también símbolo de la vida del hombre, muestra algunas etapas que hay que alcanzar y que se convierten en modelo para toda la vida de fe del peregrino».
Citó «la partida», que manifiesta la decisión del peregrino «de llegar hasta la meta; el camino, que le conduce también a la solidaridad con los hermanos y a la preparación del encuentro con el Señor; la visita al Santuario, que le invita a la escucha de la Palabra de Dios y a la celebración de los Sacramentos»; y finalmente «el retorno, que recuerda al peregrino que es enviado nuevamente a su misión en el mundo, como testigo de salvación y constructor de paz».
Para vivir del modo más provechoso una peregrinación, «el creyente debe recorrer un itinerario de fe, esperanza y caridad», observó el prelado.
En este sentido, advirtió que «con una oportuna catequesis y un atento acompañamiento por parte de los agentes de pastoral, la presentación de los aspectos fundamentales de la peregrinación cristiana abre nuevas perspectivas en la vida de la Iglesia».
Junto al prelado, en el Congreso en el santuario mariano de Kevelaer participan el obispo Brian Farrel LC –secretario del Pontificio Consejo para la Promoción de la Unidad de los Cristianos— y el padre René Beaupère, director del Centro «Saint-Irénée» de Lyón.
Se prevén ponencias del obispo Séamus Hegarty –de Derry (Irlanda)– y del obispo Szilárd Keresztes, de Hajdúdorog (Hungría), así como de los rectores de los santuarios de Kevelaer, de Fátima y del Divino Amor.
La dimensión ecuménica del Congreso se subrayará en la sesión de testimonios en la que participarán el archimandrita Spiridon Katramadon –del Santo Sínodo de la Iglesia en Grecia–, el reverendo Keith Jones –de la Comunión Anglicana— y el pastor Paul Martin Klotz –de la Iglesia Evangélica de Essen y Nassau–, junto al obispo prelado católico de Trondheim (Noruega), monseñor Georg Müller.
