LONDRES, sábado, 2 octubre 2004 (ZENIT.org).- Considerada en su momento por las feministas como una opción de segunda clase, la maternidad ha ganado gradualmente su favor.
En los sesenta y setenta, se animaba a las mujeres a liberarse de los grilletes de la servidumbre del hogar y a buscar su realización en un puesto de trabajo. Pero tras el aumento de mujeres que pensaban en su carrera retrasando sus embarazos o renunciando a tener hijos, muchas han descubierto que el éxito en el trabajo proporcionaba satisfacción sólo a corto plazo.
El autor británico, James Tooley, en su libro del 2002 «The Miseducation of Women» (La Ineducación de las Mujeres), describe cómo algunas de las feministas de la primera generación han cambiado en los últimos años su opinión sobre la maternidad. Tooley, profesor de política educativa en la Universidad de Newcastle, en Inglaterra, cita a Betty Friedan, quien ya en un libro de 1982 admitía que hay un «profundo impulso humano en el tener hijos».
Tooley también señala que la principal escritora feminista, Germaine Greer, que, en libro de 1971 «The Female Eunuch» (El Eunuco Femenino), desdeñaba la crianza de los hijos y la maternidad, ha admitido últimamente que «llora por sus hijos no nacidos», y lamenta no haber tenido hijos.
Y Tooley cita el libro de Danielle Crittenden de 1999, «What Our Mothers Didn’t Tell Us: How Happiness Eludes the Modern Women» (Lo que Nuestras Madres no nos dijeron: cómo la Felicidad se les ha escapado a las Mujeres Modernas). Crittenden, tras la experiencia de haber sido madre, escribió que «la única decisión, la más profunda, que cambia la vida» tiene lugar cuando una mujer decide tener un hijo.
Deseo maternal
Una mirada más reciente a la maternidad nos la da el libro publicado a principios de este año: «Maternal Desire: On Children, Love, and the Inner Life» (Deseo Maternal: sobre los Hijos, el Amor, y la Vida Interior». Escrito por Daphne De Marneffe, un psicólogo clínica y madre de tres hijos, el libro considera el tema de la maternidad sobre todo desde la perspectiva psicológica.
A pesar de su defensa del aborto como una elección de la madre, De Marneffe, sin embargo, intenta elevar el concepto de la maternidad. Con demasiada frecuencia, el mundo de hoy minusvalora a las mujeres que optan por la maternidad con «una insistencia intransigente de que algo les falta a las mujeres que pasan su tiempo siendo madres», observa el prólogo.
Ocuparse de los hijos, admite De Marneffe, implica auto sacrificio. Esto puede ser un punto difícil para que las mujeres negocien, explica. Sin embargo, mientras las mujeres hacen sacrificios económicos al tener hijos, también experimentan recompensas emocionales al criar a los pequeños.
De Marneffe invita a las mujeres a que no se centren en los momentos de sacrificio, que pueden implicar el retrasar planes personales o perder el control sobre el propio tiempo. Más bien, anima a las mujeres a que vean la maternidad dentro de los «más profundas metas» implicadas en el tener hijos. «Este proceso puede ser de un placer extraordinario», explica De Marneffe. Pasar la mayoría del tiempo despertándose, o durmiendo con los hijos y dedicarse a hacerlos felices conduce a «enormes gratificaciones».
Además, la maternidad no va sólo de placer y de sentirse bien, continúa. «También está basada en un sentido de significado, de moralidad, incluso de estética». Una vida dedicada a criar hijo no sólo expresa los ideales de una madre y sus metas éticas, sino también, a pesar de las fatigas diarias, dice «algo intrínsecamente lleno de significado» sobre superar estos problemas en el proceso de cuidar a los hijos.
Feminismo y maternidad
Existen fuertes sensaciones a la hora de cómo reconciliar el valor de la maternidad con el feminismo, observa De Marneffe. Muchas feministas se han centrado en buscar liberar a las mujeres del hogar para integrarlas plenamente en el mundo de los negocios y la política. Con demasiada frecuencia, observa, estos esfuerzos han «sobre simplificado el deseo de las mujeres de ser madres y lo han calificado como una visión generalmente retrógrada y sentimental del sitio de las mujeres».
Esta tendencia ha contribuido a «una devaluación social general del aportar cuidados, una devaluación con efectos económicos y psicológicos». De Marneffe sostiene que los libros feministas suelen considerar con mucha frecuencia el deseo de cuidar a los hijos «como algo menor o como una situación corregible». El deseo de una madre de cuidar a sus hijos, y la promoción de los medios políticos para facilitar esto, «debería estar también en la agenda feminista», defiende.
Mientras critica este aspecto del feminismo, De Marneffe también se distancia de lo que denomina «ideología tradicionalista». Busca, más bien, un equilibrio entre quienes niegan la necesidad de una madre de cuidar a sus hijos y quienes excluirían a las mujeres de cualquier interés que no fueran sus hijos.
Superar las dificultades
De Marneffe es realista cuando habla de la maternidad. Las alegrías despertadas por los hijos pueden evaporarse fácilmente frente a los problemas de cada día. Además, la coerción, la pobreza y las dificultades emocionales pueden ser también graves problemas para las madres. Además, las mujeres pueden sentirse laceradas por deseos de competencia, y adaptar las metas laborales y la elección de carrera con el tener hijos no es fácil.
Parte del libro de De Marneffe considera cómo hacen frente las mujeres a las tensiones de estar en casa con los hijos o salir a trabajar, y las preocupaciones consiguientes del cuidado de los hijos. Con demasiada frecuencia, lamenta, el puesto de trabajo concede a las mujeres poca flexibilidad en término de reconciliar maternidad con carrera. Dividida entre sus hijos y el trabajo, las madres son también presa en los últimos años de un constante flujo de libros y teorías sobre los posibles efectos de dejar a sus hijos en manos de otros. Y generalmente, cuanto más alto llegan en su carrera, menos posibilidad tienen las mujeres de conseguir tiempo suficiente para sus hijos.
«Parece que no podamos manejar la conceptualización de la interdependencia de las madres y el bienestar de los hijos de una manera que parezca respetable o consistente con el progreso de las mujeres», concluye De Marneffe.
Observa que en el pasado ella se ha encontrado en ambos lados del debate sobre el cuidado de los hijos, pero en los últimos tiempos favorece el punto de vista de que dedicar más tiempo a los hijos es importante. Como nota personal, cita su propia experiencia cuando, haciendo frente a un número creciente de hijos, recortó sus compromisos laborales para dedicar más tiempo a la maternidad, mientras al mismo tiempo seguía con un cierto nivel de actividad profesional.
Carta a los obispos
La maternidad ha sido uno de los temas tratados en la carta a los obispos publicada por la Congregación para la Doctrina de la Fe el pasado 31 de julio. La «Carta a los Obispos de la Iglesia Católica sobre la Colaboración del Hombre y la Mujer en la Iglesia y el Mundo» observa que «Entre los valores fundamentales que están vinculados a la vida concreta de la mujer se halla lo que se ha dado en llamar la ‘capacidad de acogida del otro’» (No. 13).
A pesar de lo que la carta denomina «un cierto discurso feminista», la mujer sin embargo «conserva la profunda intuición de que lo mejor de su vida está hecho de actividades orientadas al despertar del otro, a su crecimiento y a su protección».
Esta capacidad, continúa la carta, «es una realidad que estructura profundamente la personalidad femenina. Le permite adquirir muy pronto madurez, sentido de la gravedad de la vida y de las responsabilidades que ésta implica. Desarrolla en ella el sentido y el respeto por lo concreto
, que se opone a abstracciones a menudo letales para la existencia de los individuos y la sociedad».
La carta tiene cuidado en observar que no se debe «considerar a la mujer exclusivamente bajo el aspecto de la procreación biológica», aunque la maternidad «es un elemento clave de la identidad femenina». Considerar a las mujeres desde un punto de vista exclusivo de «fecundidad biológica» a menudo va acompañado «de un peligroso desprecio por la mujer».
La carta también defiende las políticas que buscan eliminar la discriminación sexual injusta en la educación, el trabajo, la familia y la vida cívica. Al mismo tiempo, «La defensa y promoción de la idéntica dignidad y de los valores personales comunes deben armonizarse con el cuidadoso reconocimiento de la diferencia y la reciprocidad, allí donde eso se requiera para la realización del propio ser masculino o femenino». La maternidad y el feminismo pueden tener más en común de lo que muchos reconocen.
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Oct 02, 2004 00:00