CIUDAD DEL VATICANO, viernes, 15 octubre 2004 (ZENIT.org).- Juan Pablo II considera que la lucha contra el hambre en estos momentos requiere replantear el esquema seguido hasta ahora, buscando «un desarrollo no sólo sostenible, sino también y sobre todo solidario».
El pontífice lanza su propuesta en el mensaje que ha escrito este viernes al señor Jacques Diouf, director general de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), con motivo de la Jornada Mundial de la Alimentación 2004.
La jornada, que conmemora la fundación de esta institución en 1945, ha tenido este año por tema «La biodiversidad al servicio de la seguridad alimentaria».
«Para alcanzar el objetivo de una adecuada seguridad alimentaria es necesaria una correcta gestión de la diversidad biológica para poder garantizar las distintas especies animales y vegetales», indica el mensaje pontificio.
«Se trata de un esfuerzo que requiere una consideración de carácter ético y no solamente técnico y científico, aunque estos últimos sean indispensables, de modo que se pueda asegurar la pervivencia de tales recursos y su uso de acuerdo con las exigencias concretas de la población mundial», añade.
«Desde muchas partes se subraya la urgencia de replantear el esquema seguido hasta ahora para tutelar los inmensos e insustituibles recursos del planeta, procurando un desarrollo no sólo sostenible, sino también y sobre todo solidario», aclara la misiva.
«La solidaridad –indica el Santo Padre–, entendida correctamente como modelo de unidad capaz de inspirar la acción de los individuos, de los gobiernos, de los organismos e instituciones internacionales y de todos los miembros de la sociedad civil, trabaja por un justo crecimiento de los pueblos y de las naciones, y tiene como objetivo el bien de todos y de cada uno».
«Esta solidaridad, pues, superando también actitudes egoístas en relación con el orden de la creación y sus frutos, tutela los diferentes ecosistemas y sus recursos, a las personas que viven en ellos y sus derechos fundamentales a nivel individual y comunitario».
«Bien fundamentada en esta referencia a la persona humana, a su naturaleza y a sus exigencias, la solidaridad es capaz de consolidar proyectos, normas, estrategias y acciones plenamente sostenibles», considera el Papa.
«Un desarrollo solidario puede ofrecer también respuestas a los objetivos de la sostenibilidad –sigue indicando–, teniendo presente no sólo una simple defensa del ambiente o una referencia abstracta a las necesidades de las generaciones futuras, sino más bien las exigencias de la justicia, de la equitativa distribución de los recursos y de la obligación de cooperar».
«Son exigencias esencialmente humanas hacia las cuales la Iglesia católica está siempre atenta para apoyarlas y favorecer su puesta en practica de modo correcto y completo», asegura.
La biodiversidad y la solidaridad, indica por último, implica también la tutela de «los derechos de los agricultores, garantizando su participación en los procesos de decisión y animándolos a preocuparse especialmente no sólo por la cantidad de alimentos, sino también por su calidad».
En este contexto, el Papa recuerda «a las comunidades y los pueblos indígenas, cuyo vasto patrimonio de cultura y de conocimientos ligados a la biodiversidad corre el riesgo de desaparecer por la ausencia de una tutela adecuada».
«En efecto, se percibe el peligro real de una explotación abusiva de sus tierras y la destrucción de su hábitat tradicional, como también la no protección de su propiedad intelectual, cuya importancia se reconoce para la salvaguardia de la biodiversidad», denuncia.