MANILA, viernes, 22 octubre 2004 (ZENIT.org).- Publicamos la intervención del profesor Jose Vidamor B. Yu (de Manila, Filipinas) pronunciada en la videoconferencia mundial de teología organizada por la Congregación vaticana para el Clero el pasado 4 de octubre sobre «La actividad misionera de la Iglesia».
La cita reúne mensualmente --sobre temas diversos--, gracias a las nuevas tecnologías de la comunicación, a teólogos de Roma, Nueva York, Moscú, Bogotá, Madrid, Taiwán, Sydney, Manila, Johannesburgo y Ratisbona.
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La liberación del mal y del pecado
que es «caput et centrum» del Evangelio que se desarrolla con paciencia
en medio de las vicisitudes del tiempo (EN 9)
(Prof. Jose Vidamor B. Yu, Manila)
La encíclica
Evangelii Nuntiandi (De la proclamación del Evangelio) de Pablo VI se centra en la tarea de la Iglesia de evangelización del mundo moderno. La exhortación fue escrita con ocasión del décimo aniversario de la clausura del Concilio Vaticano II, la clausura del Año Santo y el aniversario de la Tercera Asamblea General del Sínodo de los Obispos. El proceso de evangelización se subrayaba en ella en torno a la dimensión social y las preocupaciones de la misión de la Iglesia en la sociedad. La Iglesia ve su obligación de evangelizar y a la vez de ser evangelizada en medio de los cambios económicos, sociales y políticos que no favorecen el desarrollo humano verdadero.
El reino de Dios como liberación del pecado Al publicar
Evangelii Nuntiandi por la clausura del Año Santo, Pablo VI recuerda a los fieles que el núcleo de la evangelización es el reino de Dios como forma de liberación del hombre «del pecado y del maligno». El mundo moderno se inclina a favorecer el espíritu del mal, la violencia, el terror, el hedonismo, la pornografía y las distintas formas de inmoralidad profesada. El meollo y centro de la evangelización es la proclamación de la salvación mediante Jesucristo. La evangelización proclama el gran don de Dios que es la liberación de todo lo que oprime al hombre.
El peso del pecado del hombre se halla en un nivel personal e internacional. El crimen organizado, las drogas, la prostitución, los secuestros, las orientaciones ateas y el terrorismo han sido descritos como el alejamiento del hombre respecto a Dios. La persona humana y las culturas humanas han sido heridas por el pecado personal y colectivo. El hombre se da cuenta de que necesita la conversión, la purificación y la vida a la luz del Evangelio. La Iglesia proclama el poder de la Cruz que alcanza todo lo humano y lo libera de lo destructivo tanto para el alma como para el cuerpo. La misión de la proclamación de la gracia liberadora de la Cruz es un don de Dios y un proceso de curación en el hombre.
Liberación del pecado mediante la vida y muerte de Cristo La proclamación de la liberación del hombre de las estructuras de pecado es la misión de la Iglesia en el mundo moderno. «Las personas y los grupos sociales están sedientos de una vida plena y de una vida libre, digna del hombre». (GS 9) En la vida y muerte de Cristo se puede alcanzar el deseo de la plenitud de vida. La Iglesia cree que la clave, el centro y el objetivo de la historia de la humanidad se deben encontrar en su Señor y Maestro (Cf. GS 10). El hombre gana dignidad en Cristo, liberándose de toda esclavitud del pecado, de las pasiones y la indiferencia hacia Dios.
La proclamación de la liberación es una proclamación de la paz. El deseo de paz del hombre significa la liberación de las ataduras materiales y psicológicas. El tema central de la misión de Cristo fue la de buscar y salvar lo que estaba perdido (Cf. Lc 9,10). De esta forma, la paz es el fruto de la justicia, el amor y la solidaridad. Pablo VI hablaba del desarrollo como de un nombre nuevo para la paz (
Populorum Progressio, 1967). La Iglesia sigue revelando el plan de Dios y la realización del Reino de Dios mediante la predicación y la celebración de los sacramentos que hacen a Cristo presente en el mundo. La misión de hacerle presente en el mundo es el centro de la actividad misionera de la Iglesia.