CIUDAD DEL VATICANO, domingo, 31 octubre 2004 (ZENIT.org).- Juan Pablo II manifestó este domingo su satisfacción por la firma de la Constitución de la Unión Europea e hizo un llamamiento a no olvidar sus raíces cristianas.
El Santo Padre dedicó las breves palabras que pronunció antes de rezar la oración mariana del Ángelus a comentar el histórico acto con el que el viernes pasado, 29 de octubre, 25 representantes de los países europeos firmaron el Tratado constitucional que ahora deberá ser ratificado por cada uno de los países.
«Fue un momento sumamente significativo para la construcción de una «nueva Europa» a la que seguimos mirando con confianza. Es la etapa más reciente de un camino que todavía será largo y que se presenta cada vez más comprometedor», afirmó el Papa al dirigirse a varios miles de peregrinos congregados en la plaza de San Pedro del Vaticano en una estupenda mañana de otoño.
«La Santa Sede siempre ha sido favorable a la promoción de una Europa unida en virtud de aquellos valores comunes que forman parte de su historia –siguió diciendo–. Tener en cuenta las raíces cristianas del continente significa avalarse de un patrimonio espiritual que sigue siendo fundamental para el desarrollo futuro de la Unión».
«Deseo, por tanto, que también en los años venideros los cristianos sigan aportando en todos los ámbitos de las instituciones europeas esos fermentos evangélicos que son garantía de paz y de colaboración entre todos los ciudadanos, en el compromiso compartido de servir al bien común», afirmó.
Este sábado, al recibir al primer ministro de Polonia, Marek Belka, Juan Pablo II había reconocido que no sólo la Sede Apostólica, sino él mismo, «personalmente», han tratado de «sostener este proceso para que Europa pueda respirar plenamente con dos pulmones: con el espíritu de Occidente y de Oriente».
«Confío en que, a pesar de que falta en la Constitución europea una referencia explícita a las raíces cristianas de la cultura de todas las naciones que componen hoy la Comunidad, los valores perennes elaborados con el fundamento del Evangelio por las generaciones de quienes nos ha precedido siga inspirando los esfuerzos de quienes se asumen la responsabilidad de la formación del rostro de nuestro continente», dijo el Papa al representante polaco.
«Espero que esta institución –añadió hablando en su idioma materno–, que en el fondo es una comunidad de naciones libres, no sólo haga lo posible por no privarles de su patrimonio espiritual, sino que además lo custodie como fundamento de la unidad».
«No es posible construir una unidad duradera separándose de las raíces de las que han crecido los países de Europa y de la gran riqueza de la cultura espiritual de los siglos pasados. No habrá unidad de Europa hasta que ésta no se funde en la unidad del espíritu», advirtió antes de despedirse de Belka.