MENSAJE DE LOS OBISPOS DE NICARAGUA EN OCASIÓN DE LA NAVIDAD
«No temáis; os traigo una buena nueva, una gran alegría… Hoy os ha nacido un Salvador, que es el Mesías Señor» (Lc2, lO-11).
Los nicaragüenses nos hemos preparado en este tiempo precioso del Adviento con las celebraciones marianas que colmaron de alegría y devoción todos los hogares y que precedieron a preparar el altar de nuestro corazón al Niño Dios que se hace hombre para salvarnos. De esta alegría habla el profeta Isaías, cuando dice: “Multiplicaste la alegría, has hecho grande el jubilo, y se gozan ante ti, como se gozan los que recogen la mies… Porque nos ha nacido un niño, nos ha sido dado un hijo que tiene sobre los hombros la soberanía…” (Is 9,3.6-7).
Nos preguntamos que soberanía tiene este niño sobre sus hombros?. Tiene la soberanía sobre todos los imperios: “Bel se desploma, se derrumba Nebo” (Is 46,1), anuncia su voluntad y la realiza, porque es dueño del pasado y del futuro: “Lo he dicho y haré que suceda, lo ha dispuesto y lo realizaré” (Is 46, 11) , a los débiles y desanimados les alienta en la esperanza (Is 46, 4) , a los que se creen sabios los confunde y trastorna sus propios planes (Is 47, 10 ) y así solo el que permanece en el amor y en la justicia, en la sencillez y en la humildad habitará el Espíritu de Dios.
“El pueblo que andaba en tinieblas vio una luz grande”
Con esta firme esperanza en las promesas anunciadas, sabemos que contemplaremos la luz en medio de las tinieblas y la oscuridad que el pecado y la soberbia de los hombres producen cuando no reconoce la soberanía de Dios. Isaías había escrito: «El pueblo que andaba en tinieblas vio una luz grande. Sobre los que habitan en la tierra de sombras de muerte resplandeció una brillante luz» (Is 9,2). De ahí que, el momento presente que estamos viviendo los nicaragüense es un momento propicio para reflexionar sobre el mal que hemos hecho y el bien que no hemos hecho o hemos dejado de hacer.
Los momentos de oscuridad de un pueblo son, precisamente, los tiempos de crisis que nos invitan a un encuentro personal con el Señor y a una sincera conversión de nuestro corazón. En efecto, en medio de esta inseguridad e incertidumbre social, hay una respuesta para los corazones sencillos que escuchan la voz que viene de lo alto: «No temáis; os traigo una buena nueva, una gran alegría… Hoy os ha nacido un Salvador, que es el Mesías Señor» (Lc2, lO-11).
Para mantener la paz es necesario nacer de Dios, y alejarse del mundo, que nos aparta del bien y nos tienta a ser como dioses. El mal que nos aflige, es un mal que no sólo es político, ni social. Es sobre todo un mal moral, ya que el pecado ha invadido todo los ambientes y lo ha viciado todo: la política, la familia, lo social, etc. Solo en la contemplación y oración podremos cada uno abrir nuestro corazón a Dios. El mal que nos aflige es porque se tiene el corazón ocupado de otras cosas: envidias, resentimientos, soberbia, odio, maledicencia, malas intenciones, intereses propios, egoísmo, etc.
No puede ser albergado el Emmanuel nacido de la Virgen, en donde existe las preocupaciones del mundo y la seducción de las riquezas (Mt 13, 22); por ello es bueno, examinar la propia conciencia y asumir con responsabilidad y sinceridad personal y colectiva sobre el mal que hemos hecho y el bien que no hemos hecho o hemos dejado de hacer, para que todos busquemos el camino correcto que nos lleva a Jesús y no vayamos por caminos tortuosos y confundidos, seducidos por espejismos que nos hacen creer perfectos, pretendiendo enderezar lo ajeno sin antes enderezar lo propio. Recordemos que la justicia no procede de nosotros, sino que mira desde el cielo. Por ello, el que se gloría, que se gloríe no en si mismo, sino en el Señor.
Que nadie se sienta excluido de esta alegría
Que en esta Navidad, los nicaragüenses podamos celebrar con alegría y paz la venida de nuestra salvación y redención, que comprende la victoria sobre el mal, sobre el pecado y sobre la misma muerte. Y en este misterio contemplemos el gran misterio del amor: ¡Dios nos amó primero¡ “si nos amaste primero fue para que pudiéramos amarte, no porque necesitaras nuestro amor, sino porque de no amarte no podríamos llegar a ser lo que tú quisiste que fuéramos” (Del Tratado de Guillermo, abad del monasterio de San Teodorico, Sobre la contemplación de Dios).
Sólo el hombre de buena voluntad y amante de la paz puede transformar todas las cosas en bien
Sólo Cristo con su amor puede transformar los corazones, sólo Cristo puede suscitar en los corazones deseos buenos de amor, de comprensión y de paz, junto con el sincero deseo de reconciliación y de unidad. Sólo Cristo ilumina las inteligencias y mueve las voluntades de todos los hombres para derribar las barreras que dividen a los unos de los otros, y sobre todo para darnos un corazón grande para perdonar, a quienes nos injurian y calumnian, a quienes con mala intención procuran la desunión y manipulan la opinión publica. En fin, para perdonar a todo el que nos ha hecho mal. Porque sabemos con certeza, que en Jesucristo, el Dios hecho hombre, nos ha hecho a nosotros capaces de llevar una existencia como la de Dios. Precisamente, en esto conoceremos al hombre de buena voluntad y amante de la paz en que convierte todas las cosas en bien.
Que la Santísima Virgen María, Madre del Amor Hermoso y de la Santa Esperanza, Cristo Jesús, nos alcance de su amado Hijo, hecho Niño, estas gracias.
En Managua, a los quince días del mes de diciembre del Año del Señor dos mil cuatro, vísperas de la novena de Navidad.
+ Mons. Juan Abelardo Mata Guevara, SDB
Obispo de Estelí,
Secretario General
Conferencia Episcopal de Nicaragua