CIUDAD DEL VATICANO, jueves, 16 diciembre 2004 (ZENIT.org).- El cardenal Renato R. Martino señaló este jueves tres condiciones para que pueda afirmarse en el escenario internacional «el derecho a la paz y el derecho al desarrollo».
El presidente del Consejo Pontificio para la Justicia y la Paz las ilustró en una rueda de prensa organizada en el Vaticano para presentar el Mensaje de Juan Pablo II con motivo de la Jornada Mundial de la Paz, que se celebrará el 1 de enero de 2005.
La primera cuestión, expuso, afecta al «destino de esos nuevos bienes que son fruto del conocimiento científico y del progreso tecnológico».
Según el Papa, aclaró, «estos nuevos bienes tienen también un destino universal, de modo que su propiedad –comúnmente llamada hoy propiedad intelectual– debe tener, como cualquier otra propiedad, una función de carácter social».
«Se trata de bienes que tienen que ponerse al servicio de las necesidades primarias del hombre, en un marco jurídico de corresponsabilidad internacional que libere sus enormes potencialidades, abatiendo barreras y monopolios», añadió.
En segundo lugar, el purpurado italiano expresó el desafío que plantea el hacer que los «bienes públicos», sean realmente públicos, es decir, respeten los «intereses comunes».
Se refirió, en concreto, a «la lucha contra la pobreza, la búsqueda de la paz y la seguridad, la preocupación por los cambios climáticos, el control de la difusión de las enfermedades».
En su mensaje, el Papa pide a la comunidad internacional «responder a estos intereses con un red cada vez más amplia de acuerdos jurídicos que reglamenten el uso de los bienes públicos, inspirándose en los principios universales de la equidad y la solidaridad».
El tercer desafío que plantea el derecho a la paz y al desarrollo es la lucha a la pobreza, indicó el cardenal, cuestión que, como recordó, la Iglesia afronta con el principio de la doctrina social que enuncia «el amor preferencial por los pobres».
Esta lucha, aclaró, exige tres gestos importantes: superar el problema de la deuda externa de los países pobres; renovar el compromiso internacional en la financiación al desarrollo (respetar la promesa de los países ricos de destinar el 0,7% del PIB con este objetivo); encontrar nuevas formas de ayuda y caridad a favor de África, continente flagelado por las guerras, las pandemias, y la pobreza.