El árbol de Navidad, símbolo de Cristo, explica Juan Pablo II

Al comentar los símbolos de estas festividades durante el Ángelus

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CIUDAD DEL VATICANO, domingo, 19 diciembre 2004 (ZENIT.org).- El árbol de Navidad, con su color perennemente verde, es símbolo de la vida ofrecida por Cristo, «supremo don de Dios a la humanidad», explicó Juan Pablo II este domingo.

Después de haber comentado la semana pasada el significado del nacimiento, «signo de fe en Dios, que en Belén «puso su morada entre nosotros»», el pontífice dedicó el tradicional encuentro con motivo del Ángelus para explicar el significado del imponente abeto de 35 metros de altura y 110 años de edad, que se alzaba en la plaza de San Pedro.

Ante unos veinte mil peregrinos, congregados en una estupenda mañana de sol, el Papa Karol Wojtyla, el primer pontífice que colocó un árbol de Navidad en el recinto abrazado por la columnata de Bernini, explicó el mensaje de este símbolo.

«En invierno, el abeto siempre verde se convierte en signo da la vida que no muere», aclaró dirigiéndose en discretas condiciones físicas a los peregrinos que se encontraban junto al portal de belén en construcción que será descubierto después de la misa del Gallo en Nochebuena.

«Generalmente, en el árbol decorado y a sus pies se colocan los regalos de Navidad. El símbolo se hace elocuente también desde el punto de vista típicamente cristiano: recuerda al «árbol de la vida» (Cf. Génesis 2, 9), representación de Cristo, supremo don de Dios a la humanidad», indicó.

«El mensaje del árbol de Navidad es, por tanto, que la vida es «siempre verde» si se hace don –subrayó Juan Pablo II–: no tanto de cosas materiales, sino de sí mismo: en la amistad y en el afecto sincero, en la ayuda fraterna y en el perdón, en el tiempo compartido y en la escucha recíproca».

«¡Que María nos ayude a vivir la Navidad como una oportunidad para experimentar la alegría de entregarnos a los hermanos, especialmente a los más necesitados!», concluyó el pontífice, quien tras rezar el Ángelus saludó a un grupo de 32 niños y muchachos de la escuela de Beslán, en Osetia de Norte, que supervivieron a la crisis provocada por terroristas que les tomaron como rehenes. El trágico acontecimiento acabó con la vida de unas 350 personas a inicios de septiembre.

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ZENIT Staff

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