FLORENCIA, 19 diciembre 2004 (ZENIT.org).- La condición fundamental que permitirá a las religiones desempeñar un papel decisivo a corto plazo a favor de la paz es evitar con cuidado «dos extremos en la vida pública: el neutro y el fundamentalista», afirma el cardenal Renato Raffaele Martino.
Este es en síntesis el mensaje de la lección inaugural, centrada en el tema «La Santa Sede y la promoción de la paz», que dictó el presidente del Pontificio Consejo Justicia y Paz, el pasado 2 de diciembre en Florencia, durante la inauguración del nuevo año académico de la Facultad Teológica de Italia Central.
En este sentido, el purpurado juzgó «contradictorio» el deseo de algunas fuerzas ideológicas y políticas, inspiradas en una concepción liberal e «ilustrada» de la vida política, de desterrar la religión de la vida pública.
«Para negar una visibilidad pública a la religión, el Estado neutro debería imponer por un acto de fuerza tan ‘absoluto’ como absoluto es el mensaje que se quiere impedir expresar a las religiones; de manera que la postura laicista acabaría siendo un ‘fundamentalismo laico’».
Tal impedimento, calificado como un acto soberano del Estado, que se «superpone a la sociedad civil y a la persona, en vez de ponerse a su servicio», no puede tener otro resultado que el de «aumentar los conflictos religiosos, tanto entre los grupos religiosos como entre éstos y el Estado».
«Al mismo tiempo –subrayó–, es necesario evitar el fundamentalismo religioso, o sea la ocupación directa del espacio público por parte de una sola religión».
«Impidiendo la libertad religiosa, tal postura desconoce un derecho fundamental de la persona humana y prepara las bases de nuevos conflictos», subrayó.
Reconociendo la necesidad de una «acción política concreta» a favor de la libertad religiosa, el cardenal observó que ésta no es causa de guerra sino al contrario «condición para evitar tanto el fundamentalismo laico como el religioso y, por consiguiente, las dos principales formas de intolerancia religiosa en el mundo de hoy».