El cardenal de Madrid analiza la situación española

Diez años después del inicio de su ministerio como arzobispo de Madrid

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MADRID, lunes, 20 diciembre 2004 (ZENIT.org).- El cardenal Antonio María Rouco Varela, arzobispo de Madrid, al analizar la situación por la que atraviesa España, en el décimo aniversario del inicio de su ministerio episcopal en la capital española, constata que en estos momentos «Está en juego lo más radical del hombre».

Publicamos pasajes de la entrevista que el purpurado, que también es presidente de la Conferencia Episcopal Española, ha concedido al semanario «Alfa y Omega».

–Cada vez más personas piensan que el laicismo está tomando a España como campo de experimentación, y que el Gobierno español está sobrepasando ciertos límites. ¿Cree que se trata sólo de España, o es algo que también afecta a Europa?

–Cardenal Rouco: Éste es un fenómeno europeo, quizá con unos precedentes culturales y sociales que vienen de lejos. Hay que tomar conciencia de aquello que haya podido contribuir a la formación de este ambiente, también por parte de los católicos, porque también hay responsabilidades internas dentro de la Iglesia. En la exhortación postsinodal Ecclesia in Europa, se pone de manifiesto que hay que indicar las causas y los posibles pecados dentro de la Iglesia misma –los obispos españoles también lo hemos puesto de manifiesto en el Plan Pastoral para el período 2002-2005–; asimismo, han influido corrientes de pensamiento y de visión del hombre y de la vida que proceden de aquella parte de la cultura europea que no ha sabido recuperar la orientación después de la caída del Muro de Berlín, después de la crisis del marxismo, y que no va más allá de un liberalismo humanista formulado en términos de relativismo moral y doctrinal.

Esto va unido a fórmulas de vida como la de la llamada «sociedad del bienestar», de los años 60 y 70, que han acostumbrado al europeo a considerar como máxima suprema de su vida el hecho de ganar dinero y pasarlo bien, y nada más. De todo este conjunto de factores surge una cultura posmoderna, light, laicista, que empieza a olvidar que los fundamentos de su orden político se ponen en grave peligro, con un olvido grande de la Historia. Se puede constatar entre las generaciones jóvenes –en España, de manera dramática– la ignorancia histórica en la que viven: la ignorancia de su propio ser, de lo que son.

Es el olvido, por ejemplo, de lo que sucedió en la primera mitad del siglo XX, con el nacimiento de la teoría sobre la ética civil –con la que hoy pretenden funcionar muchos–, y que puso en crisis, en muy pocos años, el intento de democratización de Europa después de la primera guerra, y lo que vino después. Se olvida también que muchos constitucionalistas de aquella hora afirmaban que la mayoría lo podía todo, incluso hasta cambiar la propia base de la Constitución democrática sobre la que actuaba el Estado, que es lo que pasó en Alemania con la Constitución de Weimar. Es la concepción de quien cree que, si la mayoría decide acabar con los derechos humanos, entonces hay que hacerlo. Así se acaba con los fundamentos mismos de la vida social y con el futuro de una comunidad humana como la europea.

–En España, ¿este olvido no ha sido propiciado por los diversos planes de enseñanza que se han ido sucediendo en los últimos años?

–Cardenal Rouco: El triunfo en Europa de unas ciertas pedagogías en los años 70 y 80, que favorecían supuestamente la creatividad, descuidaban la memoria, la reflexión y el estudio ordenado y sistemático. Ello ha llevado a unos niveles de formación humana, intelectual y de madurez histórica muy bajos.

¿Cómo valora otro olvido dramático: los orígenes de la Comunidad europea, con políticos como De Gasperi, Schuman o Adenauer?

–Cardenal Rouco: No se puede separar una cosa de la otra. Cualquier conocedor de la historia de la Filosofía del Derecho y del Estado del siglo XX sabe que, tras la conmoción de la segunda guerra mundial, con la formación de las Naciones Unidas y con la Declaración de los Derechos Humanos, corre pareja una revisión a fondo de las teorías sobre el Estado que habían estado vigentes desde los años 30, así como un resurgimiento del Derecho natural. Hay un libro de Rommen, muy famoso por aquellos años, que se llama El eterno retorno del Derecho natural. Con ese horizonte recuperado de un humanismo donde la persona humana es reconocida en toda su dignidad, valor y trascendencia, surge una nueva realidad europea que ponen en marcha políticos católicos, con un fuerte apoyo dado por todos los Papas, cada vez más expresivo, hasta llegar al magisterio de Juan Pablo II.

–De los múltiples frentes –aborto, eutanasia, embriones, clase de Religión, financiación de la Iglesia, el «divorcio express»…– que el Gobierno actual ha puesto en marcha, ¿cuál le preocupa más?

–Cardenal Rouco: Hay que distinguir entre lo que se comunica a través de los medios de comunicación social y lo que, después, se lleva a cabo en la acción legislativa del Gobierno. Y también hay que distinguir entre lo que el partido del Gobierno opine y lo que opine el mismo Gobierno. Todas esas distinciones es bueno hacerlas en este momento. Dicho esto, en el actual debate cultural en Europa se han abierto una serie de cuestiones que, al fin y al cabo, todas giran en torno a la concepción del hombre. Este debate está condicionado, en gran medida, por el olvido de sus raíces cristianas; también por la falta de conciencia de no tomarse los problemas del hombre y de la vida a fondo, descuidando el estudio de la filosofía. En la vida de un pueblo con una historia cultural, espiritual y humana de tal calibre como la que tiene Europa, sorprende este empobrecimiento tan grande que se da hoy en día.

Así, los factores de poder que juegan en la sociedad se encuentran a sus anchas; la relación entre moral y poder, Derecho y Estado hace agua por todos lados. En esta situación, uno se da cuenta de que lo que está en juego es el hombre en sus aspectos más radicales. Con una diferencia con respecto a planteamientos históricos del pasado, y es que, aunque se dan hechos tan palpables, parecen que no los quieren tomar en cuenta: la crisis demográfica en toda Europa, por ejemplo, que empieza a ser angustiosa, y condiciona, por supuesto, el problema de la inmigración. No ver que Europa es un continente que se está muriendo de vejez es estar ciego.

–¿Hay puentes de esperanza?

–Cardenal Rouco: Claro que los hay. En ese debate han entrado personas e instituciones que son un gran contrapunto y ofrecen mucha luz para el futuro de Europa. Europa no está sólo en manos de los laicistas, sino también en las manos de los que creen en Cristo, que son muchos, y diría que también muy jóvenes. Aquí hay que aludir, por razones de justicia histórica, al Papa Juan Pablo II, símbolo de la nueva Europa. Por cierto, esta nueva Europa presenta los mayores indicios de búsqueda positiva e inquietud en los países que estuvieron sometidos a la dictadura comunista. Cuando uno lee informaciones sobre lo que está ocurriendo en las instituciones europeas, ve que la actuación de los países del Este de Europa tiene un tono mucho más esperanzado, con una apuesta mucho más profunda y viva por los valores nacidos de la fe cristiana.

–Ya en nuestro país, en asuntos como el de la inmigración parece que sí hay entendimiento y las posiciones no están polarizadas…

–Cardenal Rouco: La actuación de los obispos españoles no es la de buscar polarización alguna, sino la de vivir con seriedad, y consecuentemente, las exigencias de la fe cristiana, y también con el método propio del testimonio cristiano, que no es el de faltar a la caridad o ignorar al prójimo, sino estimarlo, respetarlo y amarlo. Nosotros no hemos abierto ningún frente ni queremos hacerlo, sino que queremos contribuir al bien común de todos, y so
bre la base de la libertad de poder vivir el Evangelio libremente.

–¿En qué medida parece que esos signos de esperanza son desmentidos por el caso Buttiglione?

–Cardenal Rouco: Bueno, no los desmiente. El caso Buttiglione, en el fondo, demuestra que hay católicos dispuestos a dar testimonio de su fe en los ámbitos de la vida política en Europa. Y no sólo él; estoy seguro de que hay otros muchos que lo van a hacer. Efectivamente, hay una presión de un laicismo radical que afecta a la misma libertad: al principio de libertad de expresión, a la libertad de actuación en la vida pública… Y también pone de manifiesto que, a veces, hay católicos que no viven consecuentemente con las exigencias de su fe, que la ocultan… Las victorias políticas siempre son efímeras, en el fondo. Lo que cuenta son los resultados históricos y trascendentes. El juicio final de Dios sobre la Historia no va a faltar.

–En el Congreso de Apostolado Seglar, reconocía la esperanza de los que hoy han vuelto a «descubrir con inusitada y contagiosa frescura el gozo de ser cristiano». Al cumplirse diez años de su ministerio episcopal en Madrid, ¿qué realidades de la Iglesia en Madrid tenía en mente al decir esas palabras esperanzadoras?

–Cardenal Rouco: Muchas y variadísimas, y que se reflejan en todos los ámbitos de la vida y misión de la Iglesia. En una, sobre todo, fijaría mi atención: en el descubrimiento que muchos jóvenes están haciendo de Jesucristo y de su presencia salvadora que les sale al encuentro, en el camino de su vida, en una forma que rompe todos los clichés que han ido creando el medio-ambiente cultural y humano –e, incluso, a veces, el religioso– que los rodea.

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ZENIT Staff

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