Eran las diez de la noche hora local. Le escuchaban más de 60.000 personas en la Plaza de San Pedro del Vaticano que acababan de rezar el Rosario por Juan Pablo II.
Inmediatamente, la muchedumbre conmovida entonó el Salve Regina y después siguió un largo aplauso. A continuación, el cardenal Angelo Sodano inició la oración del «De profundis» en latín e italiano. La mayoría de los fieles se pusieron de rodillas, muchos de ellos con lágrimas en los ojos.
A los pocos minutos repicaron a muerto las campanas de la Basílica de San Pedro.