CIUDAD DEL VATICANO, domingo, 3 abril 2005 (ZENIT.org).- Juan Pablo II falleció al concluir la misa del Domingo de la Divina Misericordia, la fiesta que él mismo había instituido cinco años antes para que el mundo comprendiera mejor la grandeza del perdón de Dios.

El obispo Renato Boccardo, recientemente nombrado secretario general del Estado de la Ciudad del Vaticano, quien dirigió la oración de los fieles congregados en la Plaza de San Pedro tras el anuncio de la muerte del Santo Padre, considera que este Papa ha sido «el apóstol de la Misericordia».

El prelado italiano dedicará precisamente a este tema su intervención en un retiro sin precedentes para sacerdotes de todo el mundo ( http://www.missionariesofmercy.org) que celebrará en Cracovia, del 20 al 24 de julio para descubrir la actualidad e importancia de la Divina Misericordia.

En esta entrevista concedida a Zenit monseñor Boccardo, hasta hace poco secretario del Consejo Pontificio para las comunicaciones Sociales, ilustra la trascendencia del mensaje transmitido por Cristo a la humanidad a través de la religiosa y mística polaca sor Faustina Kowalska (1905-1938).

--Usted hablará a sacerdotes de todo el mundo, en Cracovia, de Juan Pablo II como apóstol de la Misericordia. ¿Qué les dirá?

--Monseñor Boccardo: Creo que en estos casi 27 años de pontificado el Papa ha sido apóstol de la misericordia de dos maneras. Ante todo con su enseñanza, en particular, con su encíclica «Dives in misericordia». Pero también con sus gestos. Hay gestos que han quedado en la memoria, en la conciencia de la Iglesia, más allá de sus palabras.

Pienso al perdón ofrecido a quien atentó contra su vida y la visita que le hizo en la cárcel. Pienso en la cercanía que en varias ocasiones manifestó a todos los que de manera particular tenían necesidad de la Divina Misericordia: el encuentro del Papa con los enfermos de sida o, en general, con las personas ancianas abandonadas. Pienso en el Papa que el Viernes Santo, en la Basílica de San Pedro del Vaticano, acogía en años pasados a los peregrinos para dispensar el sacramento de la Reconciliación, medio altísimo de la Misericordia de Dios.

Me parece que el Papa Juan Pablo II unió las palabras y los gestos de la misericordia. Una misericordia que se manifestaba también a través de una caricia, de la escucha, a través de su mirada intensa hacia las personas que sufren.

Pienso en otro ejemplo de misericordia, el de la petición de perdón durante el Gran Jubileo del año 2000. Con su persona y enseñanza, el Papa ha recordado a la Iglesia esta dimensión fundamental de la vida cristiana.

--Juan Pablo II afirmaba que «la Misericordia es la única esperanza para el mundo». ¿Por qué daba una importancia tan grande a la Divina Misericordia para el futuro del mundo?

--Monseñor Boccardo: Nuestro mundo moderno o posmoderno parece querer experimentar todas las posibilidades para mejorar su vida, para promover el progreso, la ciencia, la técnica, y sin embargo sigue experimentando una gran pobreza.

Recordemos las palabras del Evangelio: ¿de qué le sirve al hombre ganar todo el mundo si después pierde su alma? Nuestro mundo tan moderno, tan rico de ciencia, de técnica y de descubrimientos, al final no es capaz de dar un sentido a la propia existencia. Se encuentra dividido en su interior, movido por el odio, por la guerra y la muerte, y tiene que volver a encontrar la fuerza y las razones para poder vivir y esperar.

Y los cristianos creemos y afirmamos que estas razones y esta fuerza sólo se encuentran en el corazón de Dios. Por tanto, el mundo posmoderno que experimenta su propia pobreza tiene necesidad más que nunca de un anuncio de gracia y de misericordia que procede del exterior, pues en su interior este mundo no encuentra respuesta a sus preguntas. Al acoger un misterio más grande se comprende gratuitamente --con la misericordia-- que el mundo puede encontrar el sentido a sus afanes.

--¿Qué impacto ha tenido la fiesta de la Divina Misericordia en la vida de la Iglesia?

--Monseñor Boccardo: Ante todo, creo que la fiesta de la Divina Misericordia es un don que Juan Pablo II hizo a la Iglesia. Un don que responde probablemente también a una expectativa de nuestro mundo, que experimenta más que nunca esta necesidad de misericordia y de bondad.

Y sabemos que el manantial de la misericordia y de la bondad está en el corazón de Dios. Es importante que la Iglesia se convierta cada vez más, como ha repetido con frecuencia el Papa, en ministra de esta misericordia y de esta bondad de Dios.

Dedicar una jornada a la celebración y proclamación de la Misericordia de Dios, que a través del sacrificio de Cristo llega a todos los hombres, se convierte en una obra de evangelización. Por tanto, como decía, es un don precioso para la Iglesia universal y a través de la Iglesia a toda la humanidad.

--¿Por qué dos cardenales (Christoph Schönborn y Philippe Barbarin) y dos obispos (Albert-Mariede Monleon e Renato Boccardo) han decidido proponer un retiro para los sacerdotes del mundo?

--Monseñor Boccardo: Yo estaba junto al Papa en la celebración de la dedicación del santuario de Lagiewniki (Cracovia). Y me impresionó lo que dijo el Papa durante la celebración: «Quién podía pensar que aquel joven con zuecos en los pies, que al regresar del trabajo, todas las tardes se detenía aquí, ante la capilla, para rezar a la Divina Misericordia, regresaría un día como Papa para consagrar este santuario». Es decir, la Divina Providencia escribe una historia misteriosa en la vida de los hombres. Momentos muy intensos y de gran emoción.

Sabemos que de aquel lugar, de aquel santuario, se irradió por todo el mundo la devoción a la Divina Misericordia. Una riqueza de gracia y de bendición. Por tanto, espero y creo que también este retiro internacional será una efusión de gracia, de bendición para quien participe y a través de ellos para la Iglesia.

[Para más información sobre el retiro: http://www.missionariesofmercy.org]