CIUDAD DE MÉXICO, lunes, 11 abril 2005 (ZENIT.org–El Observador).- El filósofo mexicano Rodrigo Guerra López es considerado como uno de los mayores expertos en el pensamiento de farol Wojtyla.
Doctor en Filosofía por la Academia Internacional de Filosofía del Principado de Liechtenstein, coordinador del Grupo Interdisciplinario de Bioética de la Universidad Panamericana en la Ciudad de México y director del Observatorio Social del Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM), en Latinoamérica se dio a conocer con sus sobre la filosofía de Juan Pablo II: «Volver a la persona» (Caparrós, Madrid 2002) y «Afirmar a la persona por sí misma» (CNDH, México 2003).
En esta entrevista concedida a Zenit–El Observador, Guerra López recoge el legado intelectual wojtyliano
–¿Existe continuidad o discontinuidad entre la filosofía de Karol Wojtyla y el Magisterio de Juan Pablo II?
–Rodrigo Guerra: Karol Wojtyla antes de ser elegido pontífice de la Iglesia era arzobispo de Cracovia y al mismo tiempo catedrático de Filosofía en la Universidad Católica de Lublín. Este doble papel para él resultaba ser en realidad uno sólo. Un mismo amor a la Verdad lo condujo a vivir con fidelidad su ministerio sacerdotal y episcopal y también lo llevó a desarrollar con máximo rigor especulativo una filosofía original que en cuanto al método puede ser calificada de «fenomenología realista» y en cuanto a la propuesta final es una modalidad de «personalismo».
Su peculiar pensamiento no tendrá una continuación unívoca y directa en el Magisterio Pontificio. La enseñanza oficial del Papa no es una filosofía o una teología más sino un servicio de custodia y profundización del Depósito de la Fe. Sin embargo, no podemos negar que la formación providencial que él tuvo en el terreno del pensamiento sirvió para que el propio Magisterio incorporara algunas de sus intuiciones personalistas más queridas. Así como en las obras teológicas de Tomás de Aquino existe una filosofía implícita, me parece entonces que en el Magisterio de Juan Pablo II también existen intuiciones filosóficas importantes imposibles de ocultar.
–¿Qué intuiciones originales de la filosofía de Karol Wojtyla han quedado recogidas en su Magisterio como Papa?
–Rodrigo Guerra: Uno de los aportes más originales de Karol Wojtyla en el terreno de la moral consiste en la relectura que realiza de la ética kantiana en diversos artículos y en el libro «Amor y Responsabilidad». En estos textos podemos apreciar cómo Wojtyla sostiene que existe un imperativo categórico concreto y primario para la conciencia de todo ser humano: ¡Hay que afirmar a la persona por sí misma! ¡Nunca hay que tratarla como mero medio! Esta idea ha quedado explícitamente plasmada en la Encíclica «Veritatis Splendor».
Otro aporte filosófico es el modo cómo Wojtyla expresa que la acción brinda un momento especial de conocimiento de la verdad en su libro intitulado «Persona y Acto». Esta idea, que en parte recoge una inquietud muy típica del pensamiento marxista, le permite al Papa en la Encíclica «Laborem excercens» valorar toda acción humana y en especial todo trabajo humano como un momento de revelación de la persona como persona.
El trabajo humano, de esta manera, es el modo natural a través del cual la persona está llamada a construirse a sí misma y a construir el mundo a la altura de su dignidad. Así mismo, él desde muy joven concibe a la persona como sujeto comunional lo que ha impactado en el modo cómo en el Magisterio se explica la «unidualidad relacional» entre varón y mujer, fundamento de la imagen y semejanza que el hombre guarda con Dios, etcétera.
–Juan Pablo II ha dejado una inmensa cantidad de enseñanzas en el terreno social y bioético. Sin embargo, estas enseñanzas, ¿son sólo teoría? Pareciera que el Papa es poco escuchado en estos temas…
–Rodrigo Guerra: Juan Pablo II construyó una nueva síntesis de la Doctrina social de la Iglesia (DSI) en la que se profundiza su fundamento en el acontecimiento cristiano y las vías concretas para su realización efectiva. Metodológicamente la DSI no nace en los despachos del Vaticano sino en la acción concreta de los cristianos en movimiento que gradualmente conforman a través de sus experiencias una sabiduría práctica que luego es formalmente discernida y reconocida por los obispos y eventualmente por el Papa. Por ello, la enseñanza de la Iglesia en materia social y hasta bioética nunca es sólo teoría.
Mi querido maestro Rocco Buttiglione solía decir que la DSI es la «conciencia teórica de un movimiento práctico». Si en algunos momentos el pensamiento del Papa no se verifica en la práctica se debe a un fenómeno complejo pero importante: los fieles laicos necesitamos reaprender a vivir de acuerdo a nuestra secularidad constitutiva nuestros compromisos públicos para así poder ofrecer una nueva expresividad histórica al cristianismo en el contexto de la sociedad actual.