CIUDAD DEL VATICANO, miércoles, 13 abril 2005 (ZENIT.org).- Este miércoles, el cuerpo diplomático acreditado ante la Santa Sede manifestó su pésame a los cardenales por el fallecimiento de Juan Pablo II.
El embajador de Perú, Pablo Morán Val (1932, Lima), quien entregó a Juan Pablo II sus cartas credenciales en diciembre, analiza en esta entrevista concedida a Zenit el mensaje que en esa ocasión le dejó el Santo Padre para su país (Cf. Zenit, 7 de diciembre de 2004)
–En aquel discurso, el Papa recordaba que la Constitución de Perú empieza invocando a Dios. ¿Hay intentos de suprimir esta invocación?
–Embajador Morán: Su Santidad nos recordaba que la fe católica en el Perú es una realidad. Se invoca a Dios en el preámbulo de nuestra Carta Magna, porque nos reconocemos como una sociedad cristiana, que somos obra de la creación, que hemos recibido como humanos el hálito divino, que somos espíritu y materia. Nuestros valores éticos y principios morales proceden de la fe cristiana. Por ello la invocación a Dios es obvia. Dios fue invocado en la proclama de la independencia política del Perú y en las dos últimas constituciones la de 1979 y 1993. No sé de ningún intento de suprimir esa invocación.
–La Iglesia puede ayudar a erradicar la corrupción, sugería Juan Pablo II en su discurso. ¿Cómo puede hacerlo?
–Embajador Morán: La lucha contra la corrupción es una constante en el Antiguo y Nuevo Testamento. La corrupción puede ser en las esferas del poder en todos sus niveles, en la sociedad, en las instituciones. La doctrina social de la Iglesia combate la corrupción. La Iglesia en el Perú participa activamente en las expresiones de la sociedad civil, que considera a la corrupción como un mal que debe ser erradicado, para lograr una sociedad justa, una sociedad que observe principios morales y valores éticos cristianos.
–Europa acoge a miles de peruanos que han emigrado de su país. ¿Cree que se pueden mejorar a corto plazo las condiciones de vida en Perú para evitar la emigración masiva?
–Embajador Morán: América acogió desde que se produjo el encuentro de 1492 a quienes migraron desde Europa por razón de persecución religiosa y huyendo de situaciones de pobreza y hambre. Hoy la situación ha cambiado. Emigran los ciudadanos de los países en desarrollo que buscan oportunidades para un mejor porvenir.
Aspectos del fenómeno de la globalización económica, calificados por Su Santidad como salvajes, han forzado a los países en desarrollo a abrir sus mercados, a desproteger su producción, a sufrir las consecuencias de un intercambio comercial que les es desfavorable por las condiciones impuestas por el mundo desarrollado y los grandes consorcios transnacionales.
Lo que los países en desarrollo reclaman es equidad en las relaciones económicas para evitar que el afán ilimitado por la máxima ganancia, por la máxima utilidad, cause desocupación en los propios países en desarrollo.
El desarrollo del sudeste y este asiático se ha producido porque las empresas que se han globalizado buscan los menores costos de mano de obra. Hay países donde la inversión, por esa razón, ha sido masiva y la exportación les produce mayores ingresos.
–Desde su perspectiva, ¿combatir la pobreza exige un cambio estructural que Perú sólo no puede realizar?
–Embajador Morán: Efectivamente, los países en desarrollo requieren de la cooperación con mutuo beneficio. Los países en desarrollo han contribuido, en muchos caos forzadamente al desarrollo del mundo del norte sin una adecuada retribución.
Un cambio estructural requiere de recursos económicos ad hoc, de una sincera liberalización del comercio, de la transferencia de conocimientos y del alivio de la pesada carga de la deuda, que ha sido, entre otras, una de las grandes preocupaciones de Su Santidad, mereciendo sus severas críticas.
–¿Cuáles van a ser sus prioridades, sueños o expectativas en este nuevo cargo diplomático que ha empezado?
–Embajador Morán: Incrementar, perfeccionar las buenas y felices relaciones que tenemos con la Iglesia católica, que en nuestro caso es un significativo factor en la cooperación para el desarrollo económico y social de nuestro país.
Nosotros, como Embajada ante la Santa Sede, somos los interlocutores de nuestro Gobierno con el Estado del Vaticano y con la Iglesia católica. Son dos áreas distintas, aunque confluyentes.
Considero mi designación como un alto honor que me han concedido el Señor Presidente de la República y el Ministro de Relaciones Exteriores, como una feliz circunstancia en el desarrollo de mi carrera diplomática. Además, me han reunido en la Embajada con eficientes y dilectos colegas amigos. Esta experiencia me da mayor tiempo para la lectura y para descubrir el fascinante ámbito de la presencia de la Iglesia y del cristianismo en el mundo.
–¿Cuál es su opinión personal sobre la figura de Juan Pablo II?
–Embajador Morán: Su Santidad, en el curso de su existencia demostró con su conducta y sus obras que el ser humano fue creado a imagen y semejanza de Dios y que debemos actuar conforme a esa creencia.