ROMA, miércoles, 20 abril 2005 (ZENIT.org).- Además de su felicitación y oración, tras la elección de Benedicto XVI, el cardenal Karl Lehmann –presidente de la Conferencia Episcopal Alemana— ha transmitido al nuevo Papa de origen bávaro la promesa de «toda la ayuda de su patria alemana».
Para el purpurado –entre los 115 electores que, reunidos en Conclave, eligieron el martes al Romano Pontífice–, el nombre elegido por el nuevo Papa «es una verdadera sorpresa», porque se relaciona con un pontífice (Benedicto XV) «que si bien no pudo realizar sus objetivos de paz concretos, actuó en cualquier caso ampliamente como Papa del acuerdo y de la reconciliación, favoreciendo tan notablemente el prestigio de la Santa Sede en un período difícil».
Benedicto XV (pontificado: 1914-1922) sucedió a San Pío X nada más comenzar la Primera Guerra Mundial. En su encíclica programática «Ad beatissimi apostolorum principis» (1914) lanzó un llamamiento por la paz e indagó en las causas de la guerra, durante la cual desarrolló una intensa actividad asistencial y promulgó el Código de Derecho Canónico. En el campo ecuménico instauró en la Iglesia católica la octava de oración por la unidad de los cristianos, en 1916. Tomó su nombre del patrono de Europa, Benito de Nursia (480-547).
«Tras la elección del nuevo Papa Benedicto XVI, he expresado mi más sincera felicitación y he prometido nuestra oración para pedir por él la bendición de Dios, así como toda la ayuda de su patria alemana», declaró el cardenal Lehmann en Roma.
«Al mismo tiempo, igual que el cardenal Meisner, he expresado la esperanza de que venga a Colonia en agosto para la XX Jornada Mundial de la Juventud», añadió.
Para el cardenal Lehmann –obispo de Maguncia–, «es una suerte que a los casi 60 años del final de la Segunda Guerra Mundial –pensemos particularmente en el día de la capitulación alemana (8 de mayo)– un cardenal alemán haya sido elegido al oficio más alto de la Iglesia».
«Muchos no pensaban que ello pudiera ocurrir –aclara– después de los horribles sucesos, aún perceptibles, acaecidos en el siglo XX en Alemania. Por esto, es también un signo importante del retorno definitivo de Alemania a la comunidad mundial de los pueblos, que se refleja también en la Iglesia católica. Queremos agradecer de corazón a los cardenales electores también por esta importante señal. Ello podrá alentar a nuestro país desde muchos puntos de vista».
«Los obispos alemanes, y con ellos sobre todo los cristianos católicos, se felicitan con el Santo Padre, el Papa Benedicto XVI, por su elección como obispo de Roma y 264º sucesor de San Pedro, cabeza de la Iglesia católica y Patriarca de Occidente –dijo el purpurado en su declaración–. Le deseamos la plenitud de los dones del Espíritu Santo para guiar a la Iglesia en el corazón del mundo actual».
Los «miembros del Cónclave, venidos de todos los continentes, han elegido en el Decano del Colegio cardenalicio al cardenal Joseph Ratzinger, un hombre de Iglesia que es para ellos símbolo viviente del testimonio continuo de la Iglesia, sostenida por la Sagrada Escritura y por la tradición eclesiástica de todos los siglos, un valiente garante de la solidez de la fe a pesar de todas las transformaciones, un teólogo dotado –reconoció–, conocido desde hace décadas en todo el mundo y uno de los más estrechos colaboradores de Juan Pablo II, quien pocos días antes de su muerte, en la que fue la última conversación entre ellos, le había agradecido su preciosa contribución».
El cardenal Lehmann aludió al trabajo desarrollado por el cardenal Ratzinger como prefecto de la Congregación vaticana para la Doctrina de la Fe, y afirmó que «ha cumplido una de las tareas más delicadas, o sea, mantener intacta la sustancia de la fe católica en medio de todos los cambios espirituales, sociales y teológicos».
Y aunque «es casi obvio que a pesar del actual pluralismo de opiniones, también en la propia Iglesia, no todos han podido o querido seguirle», «él ha obtenido en todo lugar, incluso en la oposición, respeto por sus méritos teológicos y el reconocimiento de su valor anticonformista en el diálogo y en la discusión con las fuerzas contemporáneas», considera el cardenal Lehmann.
El purpurado recordó igualmente «el papel relevante» desempeñado por Ratzinger «para la renovación de la Iglesia durante el Concilio Vaticano II». «No hay duda alguna de principio sobre su postura hacia los esfuerzos y sobre las conversaciones ecuménicas con las Iglesias reformadas y con las Iglesias orientales. Lo demuestran las numerosas publicaciones de más de cincuenta años», subrayó.