VIENA, jueves, 21 abril 2005 (ZENIT.org).- El obispo Hilarion Alfeyev, representante de la Iglesia ortodoxa rusa ante las Instituciones Europeas, considera en un mensaje enviado a Zenit que el Papa Joseph Ratzinger podría ser el Papa de la unidad.
«Quizá sea Benedicto XVI cumpla con la histórica de misión de unir a católicos y ortodoxos en defensa del cristianismo ante el desafío del secularismo militante», reconoce.
El obispo de Viena y de Austria había pronunciado en la tarde de la elección del nuevo Papa una conferencia en la Universidad Católica de Friburgo, en Suiza, en la que empezó con una diatriba contra el relativismo.
En su intervención insistió «en la necesidad de que católicos y ortodoxos en Europa formen un frente común y creen una alianza paneuropea del cristianismo tradicional para defender los valores espirituales».
Su sorpresa fue enorme al saber que el escogido, el cardenal Joseph Ratzinger, es precisamente un defensor de estas ideas.
Personalmente, lo primero que este obispo ortodoxo se espera es «que la Iglesia católica siga preservando su enseñanza tradicional doctrinal y moral sin rendirse a las presiones de grupos progresistas que piden la ordenación de las mujeres, la aprobación de los así llamados matrimonios homosexuales, el aborto, la anticoncepción, eutanasia, etc.».
«En segundo lugar –explica a Zenit–, espero que el nuevo pontificado se caracterice por un gran avance en las relaciones entre la Iglesia católica y las Iglesias ortodoxas rusas y que tenga lugar el encuentro del Papa de Roma con el Patriarca de Moscú».
A nivel teológico, el obispo ortodoxo ruso desearía que se debatieran temas con los católicos acerca del «uniatismo» –los católicos de rito oriental que viven en tierras de mayoría ortodoxa fieles a Roma– «el primado [del Papa] y otras cuestiones teológicas y eclesiológicas que todavía nos dividen».
Por su parte, el patriarca Alejo II de Moscú y de todas las Rusias ha enviado un mensaje a Benedicto XVI para felicitarle y esperar que en su pontificado «experimente un desarrollo en las relaciones amistosas entre nuestras Iglesias y un fecundo diálogo entre ortodoxos y católicos».
«Creo que es una de las tareas más cruciales de la cristiandad –añade–. Nuestras Iglesias, con su autoridad e influencia, deben unir sus esfuerzos para predicar los valores cristianos a la humanidad moderna. El mundo secular, al perder sus puntos de referencia espirituales, experimenta una necesidad sin precedentes de nuestro testimonio común. Deseo que el servicio de Su Santidad contribuya a cumplir con esta tarea».