LONDRES, 3 de septiembre de 2005 (ZENIT.org).-Los atentados terroristas en Inglaterra han abierto un debate sobre el lugar que desempeña el Islam en el país. También ha levantado duras palabras sobre el papel de la religión en general. No pocos comentarios atacaron la religión en general como algo peligroso en la cultura laicista de hoy.
Escribiendo en el periódico Guardian el 22 de julio, la comentarista Polly Toynbee pedía que se defendieran los «valores del iluminismo» contra la amenaza de la violencia inspirada por el extremismo religioso. «Si las religiones enseñan que la vida tras la muerte es mejor», advertía, «apenas sorprende que algunos seguidores enloquecidos se lo crean realmente».
«Es el momento de ponernos serios con la religión – con toda religión – y trazar una línea firme entre el mundo real y el mundo de los sueños», declaraba Toynbee.
Matthew Parris, escribiendo el 23 de julio en la revista Spectator, declaraba: «Lo que une a un mulá extremista con un sacerdote católico o un ministro protestante evangélico es realmente mucho más significativo e interesante que lo que les divide ».
Parris afirmaba que la diferencia crucial entre los ateos los religiosos es que los últimos hablan de una nueva vida tras la muerte e intentan ayudar a la gente a tener fe. Dividir a las religiones por el hecho de que inviten a sus seguidores a matar a gente inocente es algo que no tiene mucha importancia, indicaba.
Muriel Gray, en un artículo publicado en el periódico escocés Sunday Herald el 24 de julio, «La causa de toda esta miseria, mutilación, violencia, terror e ignorancia es precisamente la religión en sí misma». Gray ponía al mismo nivel el Islam extremista y la «locura cristiana fundamentalista» y describía toda religión como «un absurdo de tiempos oscuros».
«Para el gobierno de un país laico como el nuestro que trate a la religión como si tuviera algún mérito real es un anacronismo ridículo, que esperemos que la educación, la sabiduría y la experiencia puedan superar con el tiempo, es uno de los progresos más deprimentes del siglo XXI», según Gray.
Estos sentimientos no son nuevos. En el periódico Times del 19 de marzo, bastante antes de los atentados de Londres, Sam Harris escribía: «Las doctrinas religiosas incompatibles han balcanizado nuestro mundo y estas divisiones se han convertido en una continua fuente de derramamiento de sangre».
Rechazaba la idea de que tales conflictos se podrían evitar promoviendo la moderación religiosa. «Al intentar los religiosos moderados aferrarse a lo que sigue siendo útil a la religión ortodoxa, cierran la puerta a acercamientos más sofisticados a la felicidad humana», según Harris.
«El que la guerra religiosa sea algo impensable para nosotros, como lo son la esclavitud y el canibalismo, dependerá de la acogida que dispensemos al dogma de la fe», concluía.
Escuchar a los católicos
La dificultad para los católicos de seguir su fe en medio de un mundo laicista y hostil ha sido ampliamente documentada en un informe hecho público por la Conferencia Episcopal de Inglaterra y Gales. Publicado el 18 de julio, el informe «Escuchar 2004: mi Familia mi Iglesia» recoge los resultados de una serie de «conversaciones» tenidas a nivel diocesano.
Según los organizadores, las consultas llevadas a cabo el año pasado estaban pensadas para coincidir con el 10º aniversario del año de la familia de Naciones Unidas, con la intención «de escuchar lo que las familias dicen sobre la realidad de sus vidas, sus necesidades y los medios que nuestra comunidad eclesial puede ofrecer como apoyo eficaz».
El número más alto de respuestas a la cuestión sobre las dificultades experimentadas como familia en el mundo se centraron en los desafíos presentados por el consumismo, el egoísmo, el materialismo y el individualismo.
Muchas familias observaban la influencia dañina de los medios de comunicación. Se suele culpar a los medios de promover representaciones negativas de la familia y expectativas de vida irrealistas. La presión del ambiente fue otra de las dificultades identificadas para todas las edades: adolescentes, adultos jóvenes y familias.
Muchos de los encuestados identificaban con firmeza los valores cristianos como fuente de consolidación para la vida familiar. Los valores evangélicos, la oración, y el apoyo de la comunidad parroquial eran vistos como elementos importantes de ayuda a las familias.
No obstante, muchos también observaban que las generaciones más jóvenes dejan la práctica religiosa, lo que es fuente de tristeza para muchos padres. Para superar este problema, el informe indicaba que hay una mayor necesidad de que los pastores pongan más énfasis en la santidad familiar y en la espiritualidad de la familia. De hecho, concluía el informe: «Parecía haber poco conocimiento de la naturaleza vocacional del matrimonio y la paternidad o de la espiritualidad específica del hogar (iglesia doméstica)».
El informe también concluía que tras examinar los comentarios de muchas diócesis, «vemos una enorme necesidad de mejor comunicación y comprensión más profunda de la enseñanza de la Iglesia en el área del matrimonio y de la vida familiar, especialmente cuando se aplica a la experiencia familiar real. Las familias parecen capaces de aguantar las dificultades si pueden encontrarles un sentido en términos espirituales y religiosos y las pueden considerar así».
Asimismo, la Iglesia necesita incrementar de modo notable los medios que ofrece a los padres, de manera que puedan dar la fe a sus hijos. Y el informe recomendaba además una nueva valoración del papel que los jóvenes juegan en la Iglesia, de manera que puedan sentirse en casa.
La fe en el mundo de hoy
Benedicto XVI trató recientemente los desafíos a que hace frente la religión en la cultura laicista de hoy. Durante sus vacaciones en los Alpes italianos, tuvo tiempo para hablar a un grupo de sacerdotes de la diócesis de Aosta. El Papa dijo que en Occidente, especialmente en Australia y Europa aunque menos en Estados Unidos, parece haber pocas evidencias de la necesidad de Dios o de Cristo.
En este clima de racionalismo, decía, el modo científico de mirar las cosas se considera como la única forma de conocer la realidad, y todo el resto es meramente subjetivo. De esta forma la vida cristiana es vista sólo como algo únicamente subjetivo, pero también meramente arbitrario.
La Iglesia católica no se ve tan gravemente afectada por esto como las principales denominaciones protestante, que están en profunda crisis. No obstante, la Iglesia católica también siente los efectos de esta tendencia, afirmaba el Santo Padre.
Benedicto XVI sugería algunas formas que tiene la Iglesia para enfrentarse a esta difícil situación. Es importante tener paciencia, afirmaba, y estar seguros de que el mundo no puede vivir sin Dios. Esto significa tener certeza de que Cristo es la respuesta. Sin la presencia de Cristo, el mundo se autodestruirá, advertía el Papa.
Ya hay evidencias de que el intento del racionalismo, que está cerrado sobre sí mismo, no puede cumplir la promesa de construir un mundo mejor, añadía. Las promesas hechas en los cambios culturales que siguieron a los acontecimientos de 1968 no se han cumplido, y la generación más joven va tomando más conciencia de que hay otra realidad, más compleja, que requiere la transformación de nuestros corazones, afirmaba el Santo Padre. Necesitamos, por tanto, tener la convicción de que Dios es la Verdad y de que sólo siguiendo el sendero de su voluntad iremos por la dirección correcta, añadió.
Además, el Papa insistió en que necesitamos construir una relación personal profunda con Cristo, para que nuestra certeza en él no se base en meras consideraciones racionales. Está por verse si este mensaje impresionará a los laicist
as.