ROMA, domingo, 4 septiembre 2005 (ZENIT.org–El Observador).- Si la vida es un don, un regalo gratuito, los hombres debemos hacer de la defensa de la vida una experiencia reflexiva para que pueda guiar nuestras relaciones humanas y cristianas.
Este podría ser un resumen apretado del pensamiento del sacerdote, filósofo y periodista Fernando Pascual, L.C., profesor de bioética en el Ateneo Pontificio «Regina Apostolorum» de Roma. Sus trabajos se están enfocando hacia el tema, cada día más urgente, de elaborar una agenda ética para el conjunto de las nuevas tecnologías genéticas.
–¿Por qué la vida es un don, como dice el título de uno de sus libros?
–P. Fernando Pascual: Porque todo viene de la Trinidad como modo de ser del hombre, imagen y semejanza de Dios. Es más hombre en tanto que refleja esa donación. Cuando queremos vivir para nosotros mismos, estamos negando nuestra condición de imagen y semejanza; nos volvemos sobre nosotros mismos y caemos en el problema de Narciso que besa la propia imagen y se destruye. Si somos lo que somos, tenemos que ser donación.
–¿De qué fuente brota la necesidad del respeto a la dignidad de la persona?
–P. Fernando Pascual: De la colaboración de Dios con los padres en el origen de toda vida nueva, fruto del amor de los padres entre sí y de Dios que interviene.
–¿Y en los casos como los de la ciencia moderna, en los que el hombre está jugando a ser Dios?
–P. Fernando Pascual: Es un gran misterio que también en el mal Dios respete las reglas de la naturaleza. El día en que se clone una persona humana, Dios le dará a esa persona un alma. No tengo ninguna duda. Pero no es el modo digno de origen de una vida humana. Porque si yo produzco un ser humano en un laboratorio, lo voy a convertir en un objeto que valoro según niveles de calidad.
–¿Podría explicar un poco más el tema del alma donada por Dios a un hipotético ser humano obtenido por clonación?
–P. Fernando Pascual: Dios, en su querer, ha admitido que los hombres podamos jugar con ciertas leyes de la naturaleza. Un acto tan inhumano como lo es una violación, está clarísimo que el ser nacido de ese crimen recibe el alma y es un ser humano plenamente digno de respeto. Lo mismo si la ciencia llega a hacer un clon humano, lo cual, científicamente, puede suceder en un plazo más o menos corto de tiempo. El día en que se haga, Dios respetará la acción humana.
–¿Qué tiene que decir la ética sobre el uso de embriones humanos como piezas de recambio para, supuestamente, curar enfermedades como el cáncer o el alzheimer?
–P. Fernando Pascual: Que no se puede destruir un ser humano para generar un bien (hipotético) a otro ser humano. Después del nazismo, que hizo experimentos a partir del uso de prisioneros o de personas consideradas indignas, la medicina y la ciencia se han dado cuenta que tienen que auto limitarse con valores éticos.
–¿Qué se puede hacer con el banco mundial -que debe ser muy grande-de embriones congelados?
–P. Fernando Pascual: Este es un problema real, de tipo ético que refleja la visión antropológica sobre estos embriones. Son viables hasta que no se pruebe lo contrario. Tal es el dato científico. Pero la antropología nos enseña que estos embriones son seres humanos que merecen respeto. ¿Qué hacer con ellos? En mi opinión, la solución más digna sería que los propios padres asumieran su «rescate», su descongelación, y los transfirieran al útero de la mujer. Si los padres no pueden, no quieren o no existen, es lícito estudiar la posibilidad de que algunas mujeres se presenten como adoptantes de estos embriones para darles una posibilidad de vivir, en función del embrión y sin dañar la salud de la mujer.
–¿Y si no se consigue el número necesario de mujeres adoptantes?
–P. Fernando Pascual: La solución, para mí, más aceptable sería, de momento, mantenerlos congelados mientras se busca la solución. Hasta que la ciencia diga: después de tantos años de congelación, todos mueren.
–Hasta el momento, ¿cuántos años se ha podido comprobar que viven los embriones congelados?
–P. Fernando Pascual: Han nacido niños de embriones que han estado nueve años congelados. Acaba de nacer en Estados Unidos un embrión que estuvo doce años congelado, lo mismo que hoy anuncia la prensa que en Barcelona nación otro de nueve años de congelamiento. Estamos, todavía, viendo cuánto resisten la congelación.
–¿Podrían ser una alternativa para quienes quieren y no pueden tener hijos?
–P. Fernando Pascual: Solamente a condición de que se hiciera el proceso de adopción de un embrión congelado como se hace la adopción de niños sin padres. Si no fuera así, van a empezar a escoger embriones por catálogo, por cuestiones de raza, de gustos, de sexo…
–¿Hay signos positivos en el horizonte sobre el crear una cultura de respeto a cualquier ser humano?
–P. Fernando Pascual: Sí, creo que sí. Trabajamos a favor de los indígenas, de la mujer, de los pobres… Empezamos a ver en los embriones a seres humanos precarios, pobres, necesitados de ayuda. Empezamos a ampliar la cultura de la solidaridad hacia estos seres humanos indefensos y hermanos nuestros. Hay movimientos por la vida en diversos países del mundo. Ya trabajan en promover la dignidad de los embriones. Hay una convergencia general entre católicos, protestantes, ecologistas, etcétera, por el respeto al ser humano.