CASTEL GANDOLFO, lunes, 5 septiembre 2005 (ZENIT.org).- Publicamos el mensaje que Benedicto XVI ha enviado al simposio intercristiano sobre «La Eucaristía en la tradición oriental y occidental con particular referencia al diálogo ecuménico» que se celebra del 4 al 7 de septiembre en Asís, organizado por el Instituto de Espiritualidad de la Universidad Pontificia «Antonianum» de Roma y por el Departamento de Teología de la Universidad «Aristóteles» de Tesalónica (Grecia).
Al venerado hermano
cardenal Walter Kasper
presidente del Consejo Pontificio
para la Promoción de la Unidad de los Cristianos
He recibido con alegría la noticia de que en Asís, oasis y llamamiento de paz, se celebra el IX Simposio promovido por el Instituto Franciscano de Espiritualidad de la Universidad Pontificia «Antonianum» y por la Facultad de Teología de la Universidad Aristóteles de Tesalónica, ciudad a cuya primera comunidad cristiana san Pablo envió dos cartas.
Esta iniciativa constituye una adecuada oportunidad para un intercambio fraternal, así como para reflexionar y profundizar en temas importantes del patrimonio común de la fe, analizando las implicaciones que comporta para la vida cristiana. Se percibe como particularmente urgente en nuestro tiempo la búsqueda de la unidad plena visible entre todos los discípulos de Cristo y por este motivo se experimenta la necesidad de una espiritualidad más profunda y de un mayor amor recíproco.
El tema que se afronta este año, «La Eucaristía en la tradición oriental y occidental con particular referencia al diálogo ecuménico» es muy significativo para la vida de los cristianos y para la recomposición de la comunión plena entre todos los discípulos de Cristo. El Concilio Vaticano II ha recordado oportunamente «con cuánto amor los cristianos orientales celebran el culto litúrgico, sobre todo la celebración eucarística, fuente de la vida de la Iglesia y prenda de la gloria futura» («Unitatis Redintegratio» 15), y ha recordado que en virtud de la sucesión apostólica, del sacerdocio y de la Eucaristía, «se unen a nosotros con vínculos estrechísimos» (ibídem).
El diálogo y la confrontación en la verdad y en la caridad, que será desarrollado durante el Simposio, ciertamente hará que emerja la fe común, así como esos aspectos teológicos y litúrgicos peculiares de Oriente y de Occidente, que son complementarios y dinámicos para la edificación del Pueblo de Dios y que constituyen una riqueza para la Iglesia. La ausencia de la plena comunión no permite, por desgracia, la concelebración que para unos y otros es el signo de esa plena unidad a la que todos estamos llamados. De todos modos, será un llamamiento a intensificar la oración, el estudio y el diálogo con el objetivo de resolver las divergencias que todavía permanecen.
Realizar la plena comunión de los cristianos debe ser un objetivo para todos los que profesan la fe en la Iglesia una, santa, católica y apostólica, «tanto fieles como pastores, cada uno según su propio valor, ya en la vida cristiana diaria, ya en las investigaciones teológicas e históricas» («Unitatis Redintegratio», 5). El Simposio, que sigue las huellas de otras análogas y fecundas iniciativas ecuménicas, saca a la luz el compromiso, la búsqueda y el estudio comunes orientados a aclarar diferencias y a superar incomprensiones. En esta línea, los Institutos de enseñanza teológica pueden desempeñar un papel fundamental para la formación de las nuevas generaciones y para ofrecer un testimonio cristiano renovado en el mundo de hoy.
Invocando la bendición del Señor sobre los participantes para que el Simposio sea fecundo de aportaciones doctrinales, culturales y espirituales, a todos les envío con las palabras del apóstol mi cordial auspicio: «La gracia de nuestro Señor Jesucristo sea con vosotros» (1 Tesalonicenses 5, 28).
Castel Gandolfo, 1 de septiembre de 2005
[Traducción del original italiano realizada por Zenit]