México-Santa Sede: Por un «diálogo constructivo»

Palabras del nuevo embajador Luis Felipe Bravo Mena

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CASTEL GANDOLFO, viernes, 23 septiembre 2005 (ZENIT.orgEl Observador).- Publicamos las palabras que dirigió este viernes el nuevo embajador de México ante la Santa Sede, Luis Felipe Bravo Mena, al Papa Benedicto XVI con motivo de la ceremonia de presentación de cartas credenciales.

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Su Santidad Benedicto XVI:

Tengo el honor de presentarle las Cartas que me acreditan como Embajador Extraordinario y Plenipotenciario de México ante la Santa Sede. Transmito a Su Santidad un respetuoso saludo del Presidente Vicente Fox, reiterándole la felicitación y parabienes que le expresó con motivo de su elección como Sumo Pontífice, así como el aprecio que tiene por el Papa la gran mayoría del pueblo mexicano.

México, al igual que la comunidad internacional, acompañó a la Santa Sede en los sensibles momentos con motivo del fallecimiento de S.S. Juan Pablo II, quien tuvo innumerables muestras de cariño hacia el pueblo mexicano, desplegadas generosamente durante los veintiséis años de su pontificado, en el cual se establecieron las relaciones diplomáticas entre México y la Santa Sede. La presencia del Presidente de México en los funerales hizo patente el reconocimiento de nuestro país a la labor desempeñada por dicho Pontífice para edificar un mundo de paz, justicia y solidaridad.

El inicio de mi gestión como Embajador de México ante la Santa Sede coincide felizmente con el del Pontificado de S.S. y con el décimo tercer aniversario del establecimiento de las relaciones diplomáticas. A lo largo de estos años, el deseo recíproco de construir una relación armoniosa, ordenada, en beneficio de ambas partes y de la sociedad, ha logrado cristalizarse en una interlocución fluida y respetuosa; en particular, en la conformación de una agenda cada vez más rica que refrenda el dinamismo de nuestros contactos y la voluntad política de fortalecerlos.

Los vínculos entre México y la Santa Sede se alimentan de la creciente coincidencia de posiciones en el ámbito internacional en áreas tan relevantes como la paz y la seguridad internacionales, la condena al terrorismo, la cooperación internacional para el desarrollo, la solución pacífica de controversias y la salvaguarda de la legalidad internacional. Igualmente importantes son las convergencias en la búsqueda del progreso humano y de un desarrollo sustentable, así como la lucha contra la pena de muerte, la defensa de los derechos de los grupos más vulnerables de la sociedad, particularmente de los pueblos indígenas, los migrantes, los niños y las mujeres, y en general la promoción y protección de todos los derechos humanos.

Estos temas, de interés compartido, aportan una riqueza singular a la relación entre México y la Santa Sede, estimulan el intercambio de ideas y nos llevan a procurar nuevas formas de colaboración. Al igual que la Santa Sede, México busca promover y consolidar un orden internacional justo, anclado en el respeto pleno de los derechos humanos; hacer de las Naciones Unidas una organización más fuerte y verdaderamente representativa de todos los Estados; crear las condiciones para el desarrollo y la prosperidad de todos los pueblos en el espíritu de los objetivos de desarrollo del Milenio; y buscar el bienestar común de la humanidad.

Lo anterior, requiere del compromiso constante y de un diálogo constructivo sobre aquello que nos une tanto a los Estados, como a la pluralidad de naciones, culturas y civilizaciones, responsables, todos, de transformar a nuestras sociedades.

En la consecución de las más altas aspiraciones de la humanidad, las diversas confesiones religiosas tienen mucho que aportar conforme a la misión que les es propia, en el marco del respeto al ejercicio legítimo de las libertades y derechos de los ciudadanos en materia de culto y de conciencia, de los cuales, en México, el Estado laico es garante y promotor.

El Gobierno de México asume que los principios por los que abogamos en el plano internacional deben tener su correspondencia en el ámbito interno. El talante humanista y democrático de las instituciones públicas mexicanas, determinan sus permanentes esfuerzos por lograr la justicia social y un desarrollo sustentable acorde a la dignidad inherente a la persona humana.

Indicadores recientes revelan que el esfuerzo de los mexicanos por alcanzar mejores niveles de desarrollo humano y reducir la pobreza está rindiendo frutos, lo que estimula a nuestro pueblo y a sus instituciones a no desmayar frente a los obstáculos y dificultades.

Como lo ha dicho Su Santidad en reciente mensaje, México vive un proceso de transición. En este momento histórico, el reto de nuestra nación es consolidar una democracia eficaz en la que el pleno disfrute de las libertades dentro del Estado de derecho, que abre márgenes para la amplia participación a todos los mexicanos, se acompañe con la diligente gestión en el abatimiento de las desigualdades, con mejores oportunidades de educación, salud, vivienda empleo productivo y, sobre todo, con una difundida conciencia de solidaridad.

Su Santidad:

La construcción histórica del Estado mexicano y su evolución democrática y pluralista contemporánea es obra de todo el pueblo, que a través de varias generaciones y expresiones han logrado adecuar sus instituciones, reformándolas con prudencia para adaptarlas a los desafíos que presenta cada tiempo. Gracias a ello, hay tolerancia y respeto a la diversidad; gracias a ello vivimos en paz y en un régimen de derecho.

Su elección como Sumo Pontífice ha sido recibida con beneplácito en México, y confiamos que bajo su liderazgo nuestras relaciones continuarán fructificando. Su renovado empeño a favor de la paz, la promoción del diálogo y la construcción de una sociedad de solidaridad, coinciden con los principales baluartes del Estado mexicano y su objetivo de contribuir a edificar un mundo mejor.

Es en este espíritu, que deseo a Su Santidad el mayor de los éxitos en su delicada y honrosa encomienda, a la vez que le reitero la plena disposición del Gobierno de México para preservar la buena relación hoy existente y propiciar que los lazos bilaterales sigan siendo provechosos y cada vez más intensos. Asumo esta misión diplomática con el pleno compromiso de seguir fomentando la colaboración entre la Santa Sede y México.

Castel Gandolfo, 23 de septiembre de 2005.

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ZENIT Staff

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