ROMA, domingo, 25 septiembre 2005 (ZENIT.org).- Comprender las partes de la misa lleva a redescubrir la Eucaristía. Con esta constatación, el presidente del Pontificio Instituto Litúrgico de Roma, el padre Juan Javier Flores Arcas, benedictino, explica en esta entrevista concedida a Zenit las partes de la misa y las peculiaridades de la celebración eucarística dominical.
En días pasados, el padre Flores compartió con nuestros lectores una explicación sobre este sacramento que le llevó a hablar de «El milagro de la misa» (Cf. Zenit, 20 septiembre 2005).
–¿Cuál es la estructura de la misa?
–P. Flores: La misa consta de dos partes, la liturgia de la Palabra y la liturgia eucarística, tan estrechamente unidas entre sí que constituyen un solo acto de culto. Una doble mesa precedida de unos ritos de entrada y de los ritos conclusivos, como apertura y conclusión de la celebración.
La Mesa de la Palabra de Dios prepara para la Mesa del Cuerpo de Cristo y ambas mesas a la vez e inseparablemente constituyen la Eucaristía o Cena del Señor.
La Palabra de Dios leída y anunciada por la Iglesia en la liturgia de la Palabra conduce al sacrificio, al memorial y la banquete, es decir, a la Plegaria Eucarística, que es el centro de la segunda parte de la misa, que es la Mesa o liturgia eucarística.
–¿Cómo se desarrolla la liturgia de la Palabra?
–P. Flores: En la liturgia de la Palabra se anuncia y se proclama lo que se renueva en la liturgia de la Eucaristía; por lo tanto la celebración de la misa, en la cual se escucha la Palabra y se recibe y ofrece la Eucaristía, constituye un único acto de culto («Sacrosanctum Concilium», n. 56) en el cual se ofrece a Dios el sacrificio de alabanza y se confiere al hombre la plenitud de la redención.
El Jueves Santo de 2000, Su Santidad Juan Pablo II aprobó la revisión de la «Institutio Generalis Missalis Romani», popularmente conocida como la Instrucción General del Misal Romano. Esta nueva revisión reemplaza la edición de 1975 de la «Institutio Generalis». Desde el comienzo, es importante que se comprenda que la «Institutio» revisada aparece como una prolongación directa de la Constitución de la Sagrada Liturgia («Sacrosanctum Concilium») del Segundo Concilio Vaticano y de la antigua Instrucción General del Misal Romano de 1975. Al igual que estos dos documentos iniciales, las prescripciones de la nueva «Institutio» se han de ver como maneras concretas de especificar y subrayar la naturaleza y la importancia de la sagrada liturgia en la vida de la Iglesia.
–¿Qué diferencias hay entre la misa del domingo y la misa de cada día?
–P. Flores: Todos los días se celebra la Eucaristía, centro de toda la vida espiritual de la Iglesia entera. De modo especial el domingo es el día de la Eucaristía, la pascua semanal, el día de la Iglesia convocada por el Señor Resucitado. Aunque el domingo sea el día más eucarístico de la semana, cada día se celebra la Eucaristía y se actualiza por lo tanto el misterio pascual de Cristo.
De modo magistral lo ha expresado el Papa Juan Pablo II en el número 12 de la encíclica «Ecclesia de Eucharistia»: «La Iglesia vive continuamente del sacrificio redentor, y accede a él no solamente a través de un recuerdo lleno de fe, sino también en un contacto actual, puesto que este sacrificio se hace presente, perpetuándose sacramentalmente en cada comunidad que lo ofrece por manos del ministro consagrado. De este modo, la Eucaristía aplica a los hombres de hoy la reconciliación obtenida por Cristo una vez por todas para la humanidad de todos los tiempos».
El sacrificio de Cristo y el sacrificio de la Eucaristía «son, pues, un único sacrificio. Ya lo decía elocuentemente san Juan Crisóstomo: “Nosotros ofrecemos siempre el mismo Cordero, y no uno hoy y otro mañana, sino siempre el mismo. Por esta razón el sacrificio es siempre uno sólo […]. También nosotros ofrecemos ahora aquella víctima, que se ofreció entonces y que jamás se consumirá”».
–Pero el domingo hay más lecturas, la homilía es obligatoria…
–P. Flores: No hay ninguna diferencia –a nivel sacramental– entre la Eucaristía del domingo y la de cada día. Si bien es cierto que tanto a nivel celebrativo como pastoral, la Eucaristía del domingo es más completa en cuanto a los elementos y a los signos. La liturgia de la Palabra tiene tres lecturas, los días feriales sólo dos. Es obligatoria la homilía dominical, mientras que sólo aconsejable los días de diario. Se cantan el gloria y se recita el Credo o la Profesión de fe.
Sin haber variaciones sustanciales, puesto que en cada Eucaristía se perpetúa el misterio pascual de Cristo, sea dominical o sea diaria, los signos dominicales son más festivos, más completos; sin alterarse en nada la misma celebración, la dominical es más festiva.
–¿Por qué ir a misa los domingos?
–P. Flores: Lo ha dicho admirablemente bien la constitución conciliar de liturgia en su número 106 cuando escribe que: «La Iglesia, por una tradición apostólica, que trae su origen del mismo día de la Resurrección de Cristo, celebra el misterio pascual cada ocho días, en el día que es llamado con razón «día del Señor» o domingo. En este día los fieles deben reunirse a fin de que, escuchando la palabra de Dios y participando en la Eucaristía, recuerden la Pasión, la Resurrección y la gloria del Señor Jesús y den gracias a Dios, que los “hizo renacer a la viva esperanza por la Resurrección de Jesucristo de entre los muertos» (I Pe, 1,3). Por esto el domingo es la fiesta primordial, que debe presentarse e inculcarse a la piedad de los fieles, de modo que sea también día de alegría y de liberación del trabajo. No se le antepongan otras solemnidades, a no ser que sean de veras de suma importancia, puesto que el domingo es el fundamento y el núcleo de todo el año litúrgico».