CIUDAD DEL VATICANO, jueves, 29 septiembre 2005 (ZENIT.org–El Observador).- Benedicto XVI pidió este jueves al recibir a un grupo de obispos de México que presten una particular atención a los más desprotegidos y a los pobres.
Asimismo, el Santo Padre hizo un llamamiento para que quienes tienen más recursos los compartan con espíritu evangélico.
Los prelados, en su mayoría del sur de la República Mexicana, en cuyo nombre tomó la palabra el cardenal Juan Sandoval Íñiguez, arzobispo de Guadalajara, conforman el cuarto y último grupo obispos de ese país que realizan la visita «ad limina apostolorum» al Papa y a sus colabores de la Curia romana.
En el discurso que les dirigió en español, el pontífice recordó que «la función episcopal de enseñar consiste en la transmisión del Evangelio de Cristo, con sus valores morales y religiosos, considerando las diversas realidades y aspiraciones que surgen en la sociedad contemporánea, cuya situación deben conocer bien los pastores».
En ese contexto, consideró que los pastores de la Iglesia en México «han de prestar una especial atención, como se hacía en las primeras comunidades cristianas, a los grupos más desprotegidos y a los pobres».
«Ellos siguen siendo un amplio sector de la población nacional, víctimas a veces de estructuras insuficientes e inaceptables», constató el obispo de Roma.
«Desde el Evangelio, la respuesta adecuada es promover la solidaridad y la paz, que hagan realmente posible la justicia», explicó.
«Por eso –subrayó– la Iglesia trata de colaborar eficazmente para erradicar cualquier forma de marginación, orientando a los cristianos a practicar la justicia y el amor».
Al dirigirse a los obispos de un país en el que un pequeño porcentaje de la población concentra buena parte de la riqueza del país, el Santo Padre pidió animar «a quienes disponen de más recursos a compartirlos, como nos exhorta el mismo Cristo, con los hermanos más necesitados».
«Es necesario no sólo aliviar las necesidades más graves, sino que se ha de ir a sus raíces, proponiendo medidas que den a las estructuras sociales, políticas y económicas una configuración más ecuánime y solidaria», considera Benedicto XVI.
De este modo, concluyó, «la caridad estará al servicio de la cultura, de la política, de la economía y de la familia, convirtiéndose en cimiento de un auténtico desarrollo humano y comunitario».