CIUDAD DEL VATICANO, lunes, 6 febrero 2006 (ZENIT.org).- Benedicto XVI considera que el compromiso de promoción de la paz forma parte de la misión evangelizadora de la Iglesia, que constituye en anunciar que «Dios es amor».
Así lo explicó este lunes al recibir al segundo grupo de obispos de la República Democrática del Congo que concluían su visita «ad limina apostolorum» al Papa y a sus colaboradores de la Curia romana.
En los días pasados, el pontífice había recibido en audiencias personales a cada uno de los obispos. Este encuentro les ha permitido a los prelados congoleños informarle, tanto por escrito como oralmente, sobre el drama que han vivido sus comunidades desde 1998 a causa de la guerra.
El conflicto, en el que se han visto implicados los países africanos de la región de los Grandes Lagos, ha tenido como mayor campo de batalla los enormes recursos del Congo. Formalmente concluido en el año 2003 –aunque todavía se experimentan sus coletazos– la guerra acabó con la vida de unos tres millones de vidas humanas.
El primer mensaje que dejó el pontífice a los prelados en su discurso, pronunciado en francés, fue el de invitar a todos los católicos congoleños, «junto a los habitantes del país, a movilizarse para trabajar por la paz y la reconciliación».
«¡Que sean valientes defensores de la dignidad de todo ser humano y testigos audaces de la caridad de Cristo para construir una sociedad cada vez más justa y fraterna!», exhortó.
Según el Papa, «el compromiso por la paz es un desafío lanzado a la misión evangelizadora del obispo».
Citando los informes quinquenales presentados por los obispos con motivo de esta visita a Roma, reconoció «las condiciones difíciles en las que ejercéis vuestro ministerio».
«Los conflictos pasados y los polvorines de inseguridad que perduran dejan profundas heridas en la población, provocando laxitud y desaliento», constató.
Por este motivo, propuso que en este año, dedicado por la Iglesia en la República Democrática a la beata Anuarite Nengapeta, religiosa congoleña martirizada en 1964, los obispos se dejen movilizar por «el imperativo de la caridad».
«Por la santidad de vuestras vidas y por el dinamismo misionero, sed profetas de la justicia y la paz», propuso el Papa a sus huéspedes.
Citando el número 25 de su primera encíclica, confirmó: «Deus caritas est», «para la Iglesia, la caridad no es una especie de actividad de asistencia social que también se podría dejar a otros, sino que pertenece a su naturaleza y es manifestación irrenunciable de su propia esencia».
Esta tarea, afirmó, debe caracterizar a todas las «comunidades eclesiales vivas», en particular, a los sacerdotes, a los consagrados, que dedican sus vidas a vivir la cariad «al servicio de los más pequeños, convirtiéndose en testigos creíbles del amor que Cristo siente por ellos».
«¡Trabajad por la unidad del pueblo de Dios y entregaos sin ahorrar esfuerzos para constituir un pueblo de hermanos, reunidos por Cristo y enviados por Él!», les recomendó.