CIUDAD DEL VATICANO, lunes, 20 febrero 2006 (ZENIT.org).- Benedicto XVI alentó este lunes la labor que realiza la Fundación Juan Pablo II para el Sahel, constatando que es una forma de manifestar el amor de Dios a esas poblaciones africanas y de promover el diálogo interreligioso.
La Fundación, que fue creada en 1984 por el Papa Karol Wojtyla para combatir la desertización que afecta al Sahel con proyectos de formación y desarrollo, ha financiado en los últimos cuatro años proyectos por un valor de más de diez millones de euros.
La institución, como recordó el Papa al recibir a los miembros de su consejo de administración, está confiada a la responsabilidad de los obispos de los países comprometidos en la lucha contra la desertización de esta región africana.
La custodia de los fondos corresponde al Consejo Pontificio «Cor Unum», que tiene el deber de informar periódicamente al Papa de su actividad.
«La Fundación –constató el Santo Padre– se ha desarrollado plenamente como una obra de la Iglesia, poniendo de relieve, a través de numerosos proyectos realizados a lo largo de más de veinte años, que el amor al prójimo, que es una tarea para cada fiel, pero lo es también para toda la comunidad eclesial, debe expresarse con gestos concretos».
El pontífice concluyó las palabras dirigidas en francés animando a los miembros de la Fundación a continuar en «esta obra de fraternidad cristiana, que es un servicio a todo el ser humano y que contribuye también al diálogo interreligioso y a la revelación del amor de Dios a los habitantes de esta tierra».
Por tanto, aseguró, «forma parte integrante de la acción de evangelización».
La Fundación Juan Pablo II para el Sahel se ocupa de formar animadores, operadores sanitarios, hidráulicos, genios civiles, mecánicos, agricultores, ganaderos, forestales. La Fundación ayuda a personas sin diferencia de religión
Su sede en África se encuentra en Burkina Faso, país de algo más de doce millones de habitantes, el 11,48% de la población es católica, el 50% musulmana, y el resto de la población sigue las creencias tradicionales africanas.
Otro de los países a los que ayuda, por ejemplo, es Níger, donde tan sólo el 0,18% de sus diez millones de habitantes es católico. El 80% de la población es musulmana y el resto mantiene las creencias tradicionales.