CIUDAD DEL VATICANO, miércoles, 22 febrero 2006 (ZENIT.org).- Al celebrar este miércoles la cátedra del obispo de Roma, Benedicto XVI explicó que su misión no sólo abarca a la comunidad de esa diócesis, sino que implica además ser «guía de todo el Pueblo de Dios».
El pontífice dedicó la intervención en la semanal audiencia general a explicar que san Pedro tuvo su primera sede en Jerusalén, después en Antioquía y, por último, en Roma. Culminó su encuentro anunciando un consistorio para la creación de quince cardenales el 24 de marzo.
El pontífice explicó que la «cátedra», literalmente, «quiere decir la sede fija del obispo, colocada en la iglesia madre de una diócesis, que por este motivo es llamada «catedral», y es el símbolo de la autoridad del obispo y, en particular, de su «magisterio», es decir, de la enseñanza evangélica que él, en cuanto sucesor de los apóstoles, está llamado a custodiar y transmitir a la comunidad cristiana».
El sucesor de Pedro recordó cómo éste puso sede en Roma, que entonces era la ciudad más importante del imperio romano, ciudad en la que fue martirizado.
«Por este motivo –indicó el Papa–, la sede de Roma, que había recibido el mayor honor, recibió también la tarea confiada por Cristo a Pedro de estar al servicio de todas las Iglesias particulares para la edificación y la unidad de todo el Pueblo de Dios».
El Santo Padre respaldó con citas de los Padres de la Iglesia, en particular de san Ireneo de Lyón (quien falleció en torno al año 200), Tertuliano (160-223) y san Jerónimo (343-420) el papel de primado que desempeñaba desde los primeros siglos la sede de Roma.
«La cátedra del obispo de Roma representa, por tanto, no sólo su servicio a la comunidad romana, sino también su misión de guía de todo el Pueblo de Dios», constató
«Celebrar la «cátedra» de Pedro, como hoy lo hacemos, significa, por tanto, atribuir a ésta un fuerte significado espiritual y reconocer en ella un signo privilegiado del amor de Dios, Pastor bueno y eterno, que quiere reunir a toda su Iglesia y guiarla por el camino de la salvación», reconoció el pontífice.
Antes de concluir, el Papa invitó a los peregrinos a rezar ante el monumento de la cátedra de san Pedro, obra de Bernini, en la Basílica vaticana, «por el ministerio que Dios me ha confiado».
«Al elevar la mirada ante el vitral de alabastro que se encuentra precisamente ante la cátedra, invocad al Espíritu Santo para que sostenga siempre con su luz y su fuerza mi servicio cotidiano a toda la Iglesia».
Como los 14.000 peregrinos que acudieron a la audiencia no cabían en el Aula Pablo VI del Vaticano, el Papa se había encontrado antes con estudiantes italianos en la Basílica de San Pedro del Vaticano.