CIUDAD DEL VATICANO, jueves, 23 febrero 2006 (ZENIT.org).- Al hacer un balance sobre el estado actual del ecumenismo, el cardenal Walter Kasper, presidente del Consejo para la Promoción de la Unidad de los Cristianos, ilustró los esfuerzos y esperanzas de la Iglesia católica, particularmente con las Iglesias ortodoxas.
El purpurado alemán presentó su informe el miércoles al dictar una lección magistral ante los estudiantes del Máster en Iglesia, Ecumenismo y Religiones, que ofrece el Ateneo Pontificio «Regina Apostolorum» de Roma.
Kasper comenzó constatando que las Iglesias orientales están «intensamente arraigadas en la vida de sus correspondientes pueblos y culturas» y a tras muchas «persecuciones han conservado la fe apostólica y hoy muestran gran vitalidad».
«El Concilio reconoce a las Iglesias orientales como iglesias particulares e iglesias hermanas porque tienen la Eucaristía, por medio de la cual la Iglesia de Dios es edificada y crece», recordó.
«A pesar de una separación de mil quinientos años y de todas las diferencias –más culturales que dogmáticas– estas Iglesias han conservado la misma estructura fundamental apostólica de la Iglesia que también nosotros tenemos», hizo saber.
Según el presidente del Consejo vaticano, el año 1054 «no es más que una fecha simbólica y no el principio del cisma», porque «Oriente y Occidente desde el principio acogieron de modo diferenciado el mensaje del Evangelio y desarrollaron diferentes tradiciones». A pesar de esto, todos vivieron en una única «Iglesia». La verdadera causa de la separación fue «la falta de comprensión mutua y caridad».
Hoy día se da la dificultad de entenderse «culturalmente», pues la cultura oriental no ha experimentado «ni la separación entre Iglesia y Estado ni la Ilustración moderna».
Después de ser desvinculadas del dominio bizantino antes y otomano después, de los zares y del comunismo, las Iglesias orientales tienen hoy nuevas posibilidades de desarrollo, pero se han encontrado ante un «mundo transformado en el que tienen que encontrar en un primer momento su vía».
«Todo esto necesita tiempo y exige paciencia», observó, recordando que «la única cuestión teológica en serio debatida entre nosotros y la Iglesia ortodoxa es el primado romano», el papel del Papa, que «representa el obstáculo más grande entre todos los cristianos no católicos», aunque al mismo tiempo el primado se ha convertido en «un punto de referencia por toda la cristiandad».
Hablando de las comunidades surgidas la Reforma, el cardenal Kasper se dijo «convencido de que la mejoría en nuestras relaciones con las Iglesias orientales es esencial para la superación de las divisiones dentro de la cristiandad occidental».
A causa de la separación con Oriente, opinó, la cristiandad latina «por así decir respira con un solo pulmón y se ha empobrecido».
El punto más controvertido en las relaciones con los protestantes es la cuestión de la Iglesia y el ministerio, informó. Aunque se entreven nuevas señales por parte de éstos, es difícil comprender «la dirección hacia la que ellos se orientan».
Recordando su participación a la asamblea del Consejo Mundial de las Iglesias en Porto Alegre (Brasil), que concluyó este jueves, Kasper afirmó que la delegación católica ha sido acogida «muy amistosamente», pero que los miembros del Consejo no «saben dónde ir», lo que dificulta a la Iglesia católica saber con quién debe dialogar.
Por lo que se refiere al ecumenismo de vida, por ejemplo a nivel parroquial, el purpurado concluyó subrayando la importancia del «diálogo» de la vida, porque nuestra sociedad multicultural nos lleva cotidianamente a tener relaciones con personas de otros credos. «Se puede rezar juntos», «se pueden intercambiar experiencias espirituales», «es posible leer juntos la Biblia», sugirió.